viernes, 8 de enero de 2016

Reseña de Leves alas al vuelo de Rafael González Serrano


   
Podríamos decir que el formato breve es hijo de la hiperlucidez, o, al menos, que tal técnica de escritura pareciera asegurar efecto semejantes en sus productos por la mera disposición formal. Lo espectacular de su efecto - certeza y rapidez -  reside en esa colaboración tan esplendente  entre forma y contenido incidiendo uno sobre el otro en una fusión impresionadora: el fogonazo verbal.  
Rafael González Serrano aprovecha estas “ventajas previas” para intentar multiplicarlas, conocedor, también, de que lo breve no excluye la densidad.  
El reiterativo epígrafe , leves alas al vuelo, nos ofrece un muestrario de formas breves –dísticos, haikús, aforismos, poema cortos– cuyo pulimento métrico refuerza y confirma la unidad conceptual del libro.
Toda poesía es trabajo formal y Rafael González Serrano recurre al empleo de la métrica rigurosa para asegurar la redondez del libro, el trazado de la “virguería” poética.
Lo que cabría preguntarse cuando la cuestión técnica resalta de modo especial en una obra literaria es si el producto final confirma a través de su calidad, tal presunto dominio.
Rafael González Serrano consigue con regularidad un nivel, pero los hallazgos y revelaciones hay que buscarlos en el curso de estas repeticiones formales, pues hay que admitir que el mero y diestro empleo del formato breve no asegura porque sí una infalibilidad del pensamiento o la ejecución del haikú inolvidable.  
Leves alas al vuelo se lee con gusto y ritmo, y si la lectura es recolectora de cualidades, podemos encontrarnos, por ejemplo,  con cierto uso común de la paradoja: la suerte es un azar buscado; con la complicada verificación: En el fanatismo habita la cruel locura que, al domesticarse, deviene satisfecha creencia; con la gracia poética: a dos pasos del /deseo, una daga/vuelta amapola; con la precisión casi matemática del sueño: en los perdidos edenes del estío/ se extravía la memoria del ahora.