lunes, 2 de marzo de 2015

Acto de presentación de Los labios quemados

Rafael González, Carmen Crespo y José Manuel Vivas


Hablar de Los labios quemados no es solo hablar de lo carnal o lo sexual, sino de algo más. Uno, cuando se adentra en el libro,  se da cuenta de que en su lectura va encontrando madejas que lo llevan o arrastran hacia otros lugares, hacia el lugar.
En una primera lectura de Los labios quemados me encontré frente a un libro pleno de carnalidad, de sexualidad, pero conforme me adentraba en él iban apareciendo pequeñas trazas, pequeñas pistas que  me decían al oído algo así como esta cosa, Carmen, va de algo más.  Al afrontar una segunda lectura, descubrí que frente a lo  carnal se imponía lo amoroso, pero no solo lo amoroso,  sino lo espiritual. ¿Cómo lo logra Jose Manuel Vivas?  Pues con una serie de juegos, de confrontación.   Hay una especie de dicotomía a lo largo de estos labios quemados entre la carne y ese algo que podríamos llamar lo impalpable.  De hecho es muy significativo que el libro, con un título tan  absolutamente lleno de carnalidad, abra con un poema titulado El amor, un poema que juega con esa dicotomía,  un poema en el que Jose Manuel Vivas nos lanza puentes para ir de un lado a otro, de la carne a ese algo impalpable o de lo impalpable a la carne. Dice Jose Manuel Vivas en este poema:
         El amor se dibuja/se trueca,/se moldea impaciente/cuando pasan las estaciones, los años…    
donde nos coloca del lado del amor, pero inmediatamente dice:
      …no alcanza los corazones/pero sí los vientres entregados,/las carnes decenarias/las pieles circulares…
y aquí nos lleva directamente a la carne.  Y así a lo largo de todo el poema, pero no solo del poema sino también del libro, repitiendo este esquema como si de un fractal se tratase.
Otra doblez muy importante también en el libro es la presencia del otro frente a la del yo poético.  Ese otro que no solo deja su impronta en la piel o en el vientre, sino también en lo que no podemos tocar, en lo invisible:  huella del amante que ya no está:
       Cuando no había nada/aún quedabas tú/quedaba ese olor punzantes/en mi piel/que no se evapora/ni disminuye/con tu ausencia.
(olor punzante que no es más que ese algo impalpable del que hablábamos antes) frente a ese yo que queda al otro lado cuando se sucede la ausencia:
    No necesito tu piedad/ni tu complacencia/ni siquiera la compasión/con el amante desposeído.
Y volvemos a cruzar puentes de nuevo,  a pasar de la carne a esa cosa que no se sabe qué.
Leer a Jose Manuel Vivas y estos labios quemados es descubrir a un poeta que se recrea en el verso limpio,  pulido, sin sobresaltos.  Es deslizarse por una poesía fugaz, ligera y a la vez desconcertante que nos muestra no solo la carne del poema sino también su pulso.
                       
Carmen Crespo

 Carmen Crespo y José Manuel Vivas en un momento de la lectura