sábado, 6 de abril de 2013

Publicación de Siempre la feria


Rafael González Serrano nació en Madrid, donde estudió en las universidades Politécnica y Complutense. Dedicado profesionalmente a la enseñanza, es en la actualidad catedrático de Sistemas Electrónicos.
Ha publicado los siguientes libros de poemas: Presencias figuradas, Manual de fingimientos, Insistir en la noche y Mapa del laberinto. Es Siempre la feria su primera novela editada. Mantiene en internet un blog sobre literatura, cuyo nombre es De turbio en claro.

Presentacion de Cuando la noche calló sobre Lisboa


    Rafael González, Paco Moral y Rafael Soler     


Para mejor sosiego de cuantos hoy nos acompañan quisiera empezar con una precisión, un dato riguroso y un ruego.
Vaya en primer lugar el dato riguroso: este presentador es íntimo incondicional del presentado, con una militancia en su afecto solo equiparable al que profesa a su compañera y musa Ana Ares, poeta también, y muy excepcional. Para suerte mía, como es bien sabido por muchos, mantengo también una relación fraternal con Rafael González Serrano, poeta, lector atento, crítico riguroso y ahora en tránsito a su nueva condición de editor con ganas de ocupar un sitio en el cambiante mundo del ISBN. Conociéndote, estoy seguro que lograrás cuajar un buen catálogo.
La precisión: me ceñiré es estas cortas y prescindibles líneas a un dibujo a lápiz del libro que hoy presentamos Cuando la noche calló sobre Lisboa, sin dedicar un instante al hondo calado humano del autor, a su conocida bonhomía, a su desbordante contagiosa agotadora energía, a su fervor por la palabra, a su insolente y ancha cultura, y a su estatura de escritor exigente con una obra que cumple con este libro que ahora publica la editorial Celesta su tercera entrega. Breve semblanza pues del texto, sin una concesión a la persona, por ser ésta desbordante y excesiva.
Vamos con el ruego, que dicho lo dicho es más necesario que nunca: creedme cuando afirmo que cuanto exprese a continuación no nace de la amistad, y sí de certezas cuajadas en las relecturas de este libro que paso brevemente a comentar. Que tres buenos amigos coincidan en la misma tribuna, cada uno en su papel y los tres entusiastas y risueños, no debe tomarse en este caso como una rutinaria muestra de endogamia, tan frecuente por otra parte en este mundo nuestro. Hablaré estrictamente en mi condición de introductor circunstancial, nunca en la de afín perdurable, y apelo  a vuestra benevolencia si cometo algún deliberado exceso.
Dicho lo dicho, entro en materia, que ya es hora.
Organizado en tres capítulos, el libro empieza con una Anunciación:Tú deberás / decir lo que no viste, / contar lo imaginado y lo vivido / para que otros iguales vengan y no hallen / la luz en tus palabras /si no en el eco de tus huellas junto a casas / que habitaban hombres / iguales  a ti en tu soledad.
El poeta y sus lectores han llegado a Lisboa, que impregnará con su desalentado paisaje inconfundible todos los poemas. En soledad de uno, pero bien acompañado por una mirada atenta a lo pequeño en apariencia, Paco Moral se entrega a su oficio de notario, cumpliendo con el mandato que su inspiración le dicta: Y se te convoca, / junto a todos los vivos / y los muertos de esta ciudad / a que puebles de luz / los opacos espacios que carecen incluso / de una sombra imprecisa / que camine a tu lado.
A ello se aplica con talento y acierto el autor, contándonos la peripecia vital del viajero que recorre y vive la noche de Lisboa, acompañado siempre, a esa distancia cortés que exige la presencia de un colega ensimismado, por el inefable don Fernando Pessoa, quizá seis pasos detrás, camino quizá por Rúa de la Prata de las oficinas de Lavado y de Mayer, donde tecleaba parsimonioso entre verso y verso la correspondencia mercantil que su trabajo requería. Iría Pessoa con su terno rozado y su bigote espeso, atentos los lentes a un cambio de rumbo que les condujera hasta el café A Brasileira, donde aguardaban pacientes una variopinta tropa de colegas escritores para empujarse juntos una frasca de cazalla. A su aire como siempre, Paco Moral torcería entonces a la derecha para encaminarse hacia el puerto, al encuentro de los cinco poemas que le estaban esperando y conforman el primer capítulo del libro, que lleva por título El niño junto al río.
Animal, mamífero, placentario, megalómano, con rasgos dipsómanos, poeta, con vocación de escritor satírico, ciudadano universal, filósofo idealista. Soy un degenerado superior, así se autodefinía el maestro Pessoa entre dos pelotazos sin admitir preguntas. Hasta donde un servidor conoce, y salvo mejor y autorizada percepción de Ana, Paco Moral  nada tiene de megalómano, y mucho menos con rasgos dipsómanos, pero sí, y mucho, de poeta con mayúsculas, ciudadano universal y filósofo idealista. Solidario, vital, extrovertido cuando toca, cercano con los suyos que son todos, Paco tiene una mirada radical, que sus versos recogen disciplinadamente, impregnando los poemas con una voz reconocible y la fuerza que cuajan la lucidez y el desamparo.
Paco Moral es un autor de largo aliento, atento a lo próximo, que su pluma hace para nosotros trascendente. Así que, buen conocedor del paño, don Fernando Pessoa renunciaría al alcohol aquella noche, y a salvo el gaznate del relente por su pajarita desteñida, contemplaría el encuentro del colega recién llegado a la ciudad con un niño y su madre marchita,  un borracho incoloro, una bandada de gaviotas, un ferry que atraviesa el río dirección a Casilhas  y una rubia platino con un escote a juego, personajes todos que bien merecen la misericordia de un poema. Cinco escribe con un solo aliento el poeta, y cinco nos ofrece numerados y sin título. Dice Bukosky: Cuanto más escribo, más me acerco a lo que soy, y Paco Moral hace bueno el aserto al adentrarse, con afortunadas imágenes y un texto ceñido, por los vericuetos de este testimonio surrealista y vital: “Cuando estés olvidada / del otro lado de la vida / y tu presencia sea / poco más que el recuerdo / de una noche en Lisboa junto al río, / te acordarás de mí, / amarilla constancia / de curvas y deseo”, le grité / desde lejos. Se volvió, / babel de los babeles, / me miró y dijo algo / en un idioma propio que utilizan los muertos / y al punto, poco a poco, / se fue desvaneciendo.
Un buen poema debe buscar siempre la complejidad de los sentimientos, renunciando de forma explícita a la certeza de los significados. Y para ello el poeta tiene que escucharse a fondo, con humildad y respeto a cuanto venga, para que cuando le escuchemos después nos sintamos concernidos. Un poema es, ante todo, lo que no dice, pero está. ¿Qué dicta al poeta la noche cuando calla? El autor escribe a su dictado cuanto entonces no sabía, junto a la dársena del malecón: El hombre solo / el que vino a Lisboa de visita / por motivos que algunos dirían de trabajo / tiene el miedo en la cara / de los que son de fuera.
Nadie mejor que un extranjero desvalido para enfrentarse al folio en blanco. Esa soledad, y ese barrunto de imposibles certezas, están en el origen de lo escrito.
Llegamos así a la segunda parte, y quiero dar las gracias a ese timorense sin rostro al que debemos, según nos revela Paco en su dedicatoria,  la inclusión en este libro de los cuarenta y dos jaikus que componen Esbozos orientales, acertado y anticipativo título. 
Sucede algunas veces: estás lejos de casa, escuchándote en algún rincón tranquilo, desvalido y humilde invocando una inspiración que no acaba de llegar, y de pronto se cruza una mujer, suena una música, trae el aire un bofetón de algún aroma redentor que creías olvidado, y las palabras se ordenan solas, y el verso fluye diciéndote cuanto ignorabas. Ahí el poema, ahí el temblor iridiscente que da sentido a todo. Pues bien, en este caso se produjo un milagroso encuentro de afines desconocidos, cada uno con su historia, madrileño y vividor uno, timorense y me atrevo a decir que bien vivido el otro, y paseando juntos Paco escucharía el regalo de un jaiku, preludio de otros que allí quedaron, entre la noche y el aire. Corresponde el autor con piezas tan logradas como éstas: Sólo un recuerdo / pero duele si dura / más de un segundo…, Sobre las llagas / la sal es parecida / a algunos besos .., o el magistral Junto a una concha / una huella pequeña / ¡Si fuera Paula!
La tercera parte lleva por título La terquedad de la memoria,  y consta de catorce poemas, escritos en días sucesivos durante la estancia del autor, en lo que bien puede considerarse una crónica de urgencia, o más exactamente, como apostilla en el subtítulo, una Crónica de Ausencias, en clara referencia a dos mujeres: Paula y la innominada fiel amante, ya presentes en su anterior poemario Libro de las cartas, publicado por Ediciones Vitruvio en 2.008, de muy recomendable lectura. Escojo  de ese libro unos versos de la Carta 5, pórtico de cuanto ahora nos entrega su autor en la última parte de este nuevo libro: Y ver cómo la noche va muriendo / y el lucero del alba me dice que seguro / dentro de un rato / estarás ante mí / y otra vez será el día de tus ojos.
Enamorado del amor y de la vida, Paco Moral es un tipo constante en sus obsesiones, como bien demuestran los poemas escritos en esos días de soledad en una ciudad que, respetuosa, optaba por callarse cuando llegaba la noche, dando paso a la voz del poeta y sus desgarraduras. Dos impecables sonetos, formato muy querido por el autor, uno de ellos con el elocuente título de Breve declaración de principios para Paula, y doce poemas más, ceñidos a los estragos que causa la siempre presente ausencia de la persona amada, con una formidable Oración desde Barrio Alto,  y que comienza así: Amor mío / que estás / en el exilio negro / que puebla la distancia / de amarillas presencias como nubes de tedio.
Músculo poético, verdad, inspiración, talento, he ahí los ingredientes que hacen un poema perdurable. Infatigable en su afán por atrapar un verso memorable, Paco Moral se adentra – y utilizo ahora uno de sus versos – en madrugadas que pesan igual que los ahogados de un pantano, y sale del empeño con versos sosegadamente intensos, contenido en su arrebato, deslindando los afanes inútiles que con tanta frecuencia nos apartan de lo esencial y perdurable: el amor, la soledad bien llevada, el deseo de trascender a pesar de nuestro peor enemigo, que no es otro que nosotros mismos.
Termino. Si un poeta es, ante todo, su mirada, la de Paco es una mirada limpia y honda. Celebramos hoy la llegada a nuestros anaqueles de Cuando la noche calló sobre Lisboa. Llegarán más noches, traerán otros libros. Serán distintos, pero tras su lectura todos seremos un poco mejores.
Afirma incorregible Pessoa: Respiro mejor ahora que ha pasado la hora de las citas. / Falté a todas, con deliberación en el descuido / esperando esa gana de ir que ya sabía yo que no vendría. Pero Paco es mucho Paco, y aquí le tenemos, dispuesto a entrar en faena. Gracias, amigo, por ser como eres, y por darnos una vez más tu corazón y palabra de poeta.

Rafael Soler

Publicación de El cementerio marino de Paul Valéry

 


Paul Valèry nació en Sète en 1871 y murió en Paris en 1945. Realizó su formación secundaria en Montpelier. Estudió derecho y, más adelante, filosofía y matemáticas, instalándose en Paris en 1894, donde trabajó como redactor en el Ministerio de Guerra. Se casa en 1900 con Jeannie Gobillard. Después de la Primera Guerra Mundial, adquirida una notoria celebridad como poeta, fue admitido en la Academia francesa en 1925. Tras la ocupación alemana, rehusó colaborar con el invasor, por lo que perdió su puesto de administrador del centro universitario de Niza. Muerto a los pocos meses de terminada la Segunda Guerra mundial, fue enterrado en el cementerio de Sète ‒el que le inspiró una de sus obras cumbres‒ con honores nacionales.
Influido inicialmente por la estética simbolista, sobre todo por Stéphane Mallarmé, se convirtió en el máximo representante de la denominada poesía pura, de fuerte contenido intelectual y esteticista. Fue uno de los poetas más importantes del primer tercio del siglo XX, mas también un gran intelectual que trató diversos temas en sus libros en prosa. Entre sus obras cabe destacar: La soirée avec Monsieur Teste, La Jeune Parque, Le cimetière marin, Charmes, los diversos volúmenes de Variétés, Regards sur le monde actuel, y sus Cahiers, verdadera obra magna, publicados póstumamente en veintinueve volúmenes. Más de sesenta años después de su muerte, se publicó su libro Corona & Coronilla, un poemario amoroso sorprendente y magistral.