Rafael González y Federico Monroy
“Amo la vida con
saber que es muerte” nos dejó escrito Quevedo, y esta cita se me viene a la
memoria después de la lectura de “Torno al corazón”, el libro que, lector, te
dispones a leer, un libro de erudición pero de temblor, un libro que trata de
adoptar cierta frialdad –la frialdad del que sabe soportar sin alharacas los
desmanes del tiempo- pero que sucumbe, afortunadamente, a la emoción.
La muerte, motor de la vida, campea
derrotada entre estos poemas donde la vida se señorea en los brazos del tiempo,
que es a la vez su hábitat y su tumba. No hay otra manera de vivir que no sea muriendo
constantemente, y lejos de sucumbir a esta pérdida insoslayable, la poesía de
Federico se eleva plena de sentido, de argumento contra la desazón.
El recuerdo –la madre muerta, al
fondo, velada, como hilo conductor del libro-, el amor, la infancia, aparecen
aquí contados y cantados con la voz calmada y rigurosa de la buena poesía. Voz
calmada y rigurosa, dos adjetivos que explican muy bien a Federico Monroy.
Muchos cafés en el Parador Nacional de nuestro pueblo, mirando al horizonte
desde la Peña altiva, han ahondado en nuestra amistad hecha de versos y
recuerdos comunes.
Recuerdos que usted puede ahora
leer, embellecidos por la palabra y donde podrá asomarse, con ternura y
temblor, al corazón de un poeta.
Pedro Sevilla
Federico durante la lectura