miércoles, 9 de diciembre de 2015

Publicación de Medulas y ceniza de Francisco de Quevedo



Don Francisco de Quevedo y Villegas nace en Madrid en 1580. Su padre fue secretario de la princesa María, hija de Carlos V, y luego de Ana de Austria, cuarta esposa de Felipe II. Estudió en el colegio de los jesuitas de Madrid. Cursó estudios de lenguas clásicas, italiano, francés y filosofía en la Universidad de Alcalá. Posteriormente se trasladó a la corte en Valladolid. Retorna a Madrid en 1606, iniciando una gran actividad literaria. Escribe entonces varios de sus Sueños
En 1610 conoce al duque de Osuna, y con él entabla una estrecha amistad. Nombrado aquél virrey de Sicilia, le invita a acompañarle. En Sicilia comienza su carrera política, siendo el brazo derecho del duque. Tras el fracaso de la empresa en Venecia, Quevedo tuvo que regresar a Madrid, y fue desterrado a la Torre de Juan Abad en 1620.
Con Felipe IV en el trono, ascendió al poder el conde-duque de Olivares. Trata de ganarse el favor del valido, y de vuelta en Madrid, le dedica su Epístola satírica “No he de callar, por más que con el dedo…”. Llegará a gozar de su amistad.
En 1626 se publica en Zaragoza el Buscón. Irán apareciendo obras como Política de Dios, gobierno de Cristo y tiranía de Satanás (1626), o los Sueños ya completos. En 1634 se casó con doña Esperanza de Mendoza, aunque el matrimonio sólo duró hasta 1636. Entre 1635 y 1639 vivió en la Torre dedicado a sus escritos.
Se le acusó de haber redactado el famoso memorial dirigido al rey “Católica, sacra, real Majestad…”–aunque él siempre negó haberlo hecho–, y fue apresado y encarcelado en el convento de San Marcos, en León, en 1639. No obtendrá la libertad la libertad hasta 1643. Con la salud muy maltrecha se trasladó a Villanueva de los Infantes. Allí muere en 1645. 

jueves, 22 de octubre de 2015

Publicación de Leves alas al vuelo de Rafael González Serrano


Rafael González Serrano nació en Madrid, ciudad donde realizó sus estudios universitarios. Aparte de su actividad docente, ha escrito poesía, novela, artículos sobre obras de poetas del siglo XX (habiendo traducido a alguno); además, desde hace unos años, se dedica a la edición de textos de creación literaria.
Ha publicado los siguientes poemarios: Presencias figuradas (2006), Manual de fingimientos (2008), Insistir en la noche (2010), Mapa del laberinto (2011) y Fragmentos de la llama (2014). Leves alas al vuelo es su sexto libro de poemas editado. Es autor de la novela Siempre la feria (2012); también ha traducido a Valéry y Cummings, y editado a Quevedo. Tiene el blog sobre poesía De turbio en claro

martes, 8 de septiembre de 2015

Reseña de Fragmentos de la llama de Rafael González Serrano

(lunes, 7 de septiembre de 2015)

FRAGMENTOS DE LA LLAMA, de RAFAEL GONZÁLEZ 
por Amparo Arróspide




FRAGMENTOS DE LA LLAMA
RAFAEL GONZÁLEZ SERRANO

Celesta, Colección Piel de sal, 2014





Hay poemas para ser leídos en voz baja, como quien en un pozo de aguas prístinas se interroga a sí mismo en su imagen reflejada, buscando, y hay poemas, por tanto, que conllevan una reflexión sobre sí mismos, que son una continuada auto-reflexión del acontecer mismo de sus líneas sobre la página, ceniza de una fogata, de una conflagración. Así los de Fragmentos de la llama, la llama de la vida, la memoria del poema y del poeta. Son estos muy conscientes de su naturaleza efímera, fruto de la devastación de una experiencia vital   -pero también de su nacimiento, clímax y  decadencia- amorosa y testimonio del explorarse del lenguaje.
Otras  huellas de la inter e intra-textualidad se multiplican desde el inicio, al anunciarse por ejemplo Fragmentos de la llama como un manuscrito hallado, de autor anónimo, sin referencia específica a lugar o tiempo salvo en su última sección o carpeta, “Fragmento (¿Epílogo?)”, que contiene un único poema fragmentos de un discurso abierto (1)A partir de este eslabón  se reanuda la lectura circular, donde al acabamiento de “Memoria clausurada” -la primera sección-  le sucede una ceremonia nupcial entre autor y lector, implicado este en la experiencia que se revive a la distancia de un eclipsarse los elementos crudos de la memoria. Por otra parte, al entrar el lector en el juego del manuscrito hallado, se otorga realidad a ambos autores, a tal punto que podremos descreer del autor explícito-editor (2) al asegurarnos que ha respetado escrupulosamente el material literario hallado.
Las cinco secciones de Fragmentos… fueron supuestamente tituladas por el autor explícito y comprenden respectivamente ocho, nueve, diez, nueve y nueve poemas.  Añadido a ellas, y extraño al resto, el “Fragmento (¿Epílogo?)”.
“Memoria clausurada” -primera sección- comienza declarando el final, que la vivencia yacerá en el olvido, los poemas son cenizas de pasos que se borran aunque hayan desfilado (y para el lector explicito, vayan a desfilar) en un ámbito de siglos paralelos, un dominio sin sonidos. Se dice adiós, se ha dicho adiós, un adiós de clausura, porque ya no habrá besos sobre las piedras. Son así los poemas un cementerio de tactos rígidos donde se pudre el cadáver de un beso y la chatarra de las caricias se oxida. Todo es un muladar de sexo muerto y también de amor suicida.  Como si al manifestarse en texto parte del discurso pre-verbal que lo suscita, la experiencia erótica concluyera por segunda vez y definitivamente. Una y otra vez se nos presenta en esta sección un paisaje de decadencia, de muerte del abrazo en cuanto rito erótico, en una auto-reflexión elegíaca. Pero con el óbolo en la lengua se interna el autor en el  Aqueronte de nieblas. A vivir otras vidas, tras beber de las aguas del olvido.
En la segunda sección, “Distancia sobre el eclipse”, del texto surge un destinatario, un tú a quien se advierte que estamos ante las fantasías de un loco sin memoria,  autor de una  carta inexistente que/ni siquiera se sabe a quién se escribe.  El yo lírico se sabe fingidor, el poema se sabe mensaje tendido sobre la distancia hacia otros náufragos de sí mismos y canta lo perdido como si no habitara ya una galaxia remota. El tú ambiguo se perfila en “Ausencia” como el de la amada, una sombra más que se persigue, que se ha eclipsado y cuya ausencia se abraza. Con plena conciencia del vacío y del empeño inútil del recuerdo, se evocará y volverá a celebrarse la pasión, la fugaz fusión de los volcánicos amantes. Si cabe referirse a un discurso pre-verbal que es la estructura profunda inobservable y a un texto o mensaje que es la estructura superficial observable, y una solamente de las infinitas actualizaciones de este, se inicia aquí para los lectores el despliegue de la vivencia erótica manifiesta.
Como anunció el poema del “¿Epílogo?”, entre las evocaciones del rito amoroso  hay áreas de descanso para la contemplación del mundo ajeno a los amantes –un cerezo con sus brazos alzados que mira con sus hojas o un patio donde la luz juega con los visillos o la constatación de la ausencia encarnada en unas sillas vacías…
Si en la lectura nos acompañase Harold Bloom,  destacaría  el modo en que en el juego de máscaras y simulaciones el autor apócrifo se enfrenta a sus precursores literarios -a sus influencias- o los asimila desviándose de ellos o complementándolos en la masa verbal o integrándolos en las atropías de sintagmas. Así se percibe en las secciones siguientes “Mesetas (Tras las laderas)”, “Fuegos (Ara y cima)”, y “Ojos del asombro”, que componen un despliegue de recursos en la mejor tradición de la lírica erótica clásica,  desde Petrarca, Boscán, Góngora, Quevedo y Lope hasta Salinas y otros contemporáneos. Metáfora, metonimia, hipérbaton, disyunción, paronomasia, aliteraciones, oxímoron, antítesis, paralelismos, entre otros, sabiamente utilizados y sustentando el movimiento irracional del eros.

(1) fragmentos de un discurso abierto,/un discurso semiótico/fracturado/mestizado de estilos/de las impurezas/en las oraciones bastardas- (p.79)
(2)  he decidido darlos a la imprenta organizados tal y como sigue en varias secciones. Aparte del título de cada una, sólo he introducido algún pequeño cambio en el orden de los poemas; o realizado la corrección de alguna errata evidente. Lo demás, es obra del autor.
Amparo Arróspide

sábado, 25 de julio de 2015

Últimas publicaciones de la temporada


Presentamos reunidas en esta entrada las últimas publicaciones de la temporada que finaliza. Agradecemos una vez más a nuestros autores y lectores la confianza depositada en Celesta. A partir de septiembre volveremos con nuevas publicaciones: deseamos que de nuevo despierten vuestro interés.

miércoles, 15 de julio de 2015

Concluyendo: Lectura de John Donne

Jorge Sánchez recitando a Donne

Del Prólogo

El autor más destacado de la corriente metafísica, considerado el mejor poeta inglés del siglo XVII, era capaz de expresar magistralmente las contradicciones de la vida, conjugando la pasión y la razón, el ingenio y la seriedad, la lujuria y el amor divino, el tratamiento de asuntos triviales y sublimes.
El  poeta que escribió entre el final de la época isabelina y el período jacobino, el filósofo que duda y reflexiona sobre las paradojas de la existencia o la esencia del espíritu, el amante, a veces morboso y libertino, otras fiel o sufridor, el dandy al que todas las miradas se dirigen, el clérigo que sirve a Dios, que escribe sermones, epigramas (expresión de un solo pensamiento festivo o satírico utilizando el ingenio),  epístolas (cartas) y epitalamios (cantos de boda) son en realidad la misma persona.

lunes, 22 de junio de 2015

Acto de presentación de Farolas


Rafael González, Arturo Rodríguez-Segade y Johao Lozano.

Un secreto a voces clama en la ciudad. Las aceras se hayan infestadas de azarosas farolas. Tienen vida propia.
Ya se han cansado de ocultar su destino. La farola es la cárcel de la luz. Una función social, su modo de redimir una condena, quién sabe si justa o no. No hay resquicio que pueda salvarse.
La noche ha perdido su poder insaciable. Dónde descansa el silencio convertido en la más pura oscuridad. Las farolas (las luces) lo inundan todo.
Los versos cobijan aleatorias farolas que prenden luz, recuerdo y sentido, a tantas y tantas farolas que suplican una segunda oportunidad. La farola significa devolverle el favor al mundo que dañaron. Pagar el peaje de su castigo primero. Ya no hay tregua.
A lo largo del poemario, las farolas asoman suplicando clemencia. Iluminando los versos, tal vez afortunados, tal vez caóticos, perdidos a vuelapluma en un papel que no tiene otro sino que aceptar que ésas y no otras, son sus líneas. Tendrá que defenderse a capa y espada, reivindicar su farola, echarla de menos en caso de que no aparezca citada. Imaginarla y afirmar ciegamente: mi verso también tiene su farola.
Me gustaría poder afirmar que existe un orden coherente, un impulso medido en segmentos y títulos diferenciados. "farolas" es un poema grande o cuarenta pequeños. Me gustaría poder decir que todas las farolas aquí presentes, iluminan un claro y contundente verso, unas palabras necesarias, un hecho que no pudo ser de otra manera. No me gustaría tener que reconocer que las farolas no son más que una escusa irremediable. 
 Johao Lozano (apócrifo)

domingo, 24 de mayo de 2015

Publicación de Farolas de Arturo Rodríguez-Segade





Arturo Rodríguez-Segade nace en Madrid en 1991. Tras estudiar el grado en Derecho en la Universidad Autónoma de Madrid, obtiene el master de acceso a la profesión de abogado en el Ilustre Colegio de Abogados de Madrid. Ha realizado estudios de inglés en Cardiff y el voluntariado docente en una asociación de la cual es, en la actualidad, presidente. El poemario que ve la luz ahora, Farolas, es el primero publicado por su autor, el cual lleva a cabo también una labor de creación literaria en un blog cuyo nombre es http://www.cierroparentesis.com.

domingo, 3 de mayo de 2015

Publicación de Aire y ángeles de John Donne



John Donne (1572-1631) nació en Londres, en el seno de una familia católica. Tras estudiar leyes, fue elegido secretario de Sir Thomas Egerton, con cuya hija se casó en secreto. Cuando fue descubierto pasó un tiempo en prisión, y posteriormente trató de ganarse la vida como abogado. Sus logros literarios de esta época incluyen Poemas Divinos (1607) y Biothanatos (1608), un trabajo sobre el derecho a elegir la propia muerte. En 1615 se ordenó sacerdote anglicano y seis años después fue nombrado deán de la catedral de San Pablo. Entre sus obras en prosa se encuentran Devociones para ocasiones emergentes (1624) y, ya póstumos, Cincuenta sermones (1649) y Paradojas, problemas, ensayos y personajes (1652). Sus poemas fueron publicados después de su muerte en una edición preparada por su hijo en 1633. Proponen una ruptura de los tópicos amorosos gracias al uso del ingenio y de imágenes y metáforas extendidas tomadas del arte, la filosofía y la religión, que suponen un reto para el lector.

miércoles, 1 de abril de 2015

Presentación oficial de Los labios quemados


José Manuel Vivas y Miguel Ángel Navarro 

Cuantas veces  nos hemos preguntado ¿Qué es la poesía? Es una pregunta eterna, con miles de respuestas, y una de ellas es la que he ideado hoy para esta presentación.  Para ello me voy a apoyar en otra pregunta  ¿Qué es la palabra? Y lo vamos a hacer mediante un ejemplo. Una de las palabras nombrada de forma más coincidente en las  diversas lenguas indoeuropeas: griego, latín, lenguas germánicas y románicas, es la palabra rosa, ross, rosae, y a pesar de coincidir millones y millones de personas a lo largo de la historia  en cómo nombrar el fenómeno  de esta flor, la palabra no tiene nada que ver con la realidad a la que representa, ni tiene forma de rosa, ni huele como una rosa, ni tiene su color, ni su diseño genético, ni su función, porque las palabras son representaciones simbólicas, abstractas. 
Y aquí viene lo bueno, nuestra especie es sorprendente, única, es capaz de convertir palabras en imágenes y relacionarlas, y es más, lo hacemos continuamente. Jugamos continuamente con las palabras, aparte de homo sapiens somos homo ludens (hombre que juega), aprendemos y desplegamos nuestro ser con el lenguaje. Y aquí está la magia, las palabras tienen vida, nos superan como realidad, al denominar algo estamos dominándolo, las palabras tienen poder, porque significan un abanico enorme de connotaciones en función de miles de variables: estado de ánimo, sensaciones, vivencias, edad, sexo, presión atmosférica, estrés, compañía, y nuestra capacidad de relacionar no tiene límites.
Nuestra definición de poesía, una de tantas, no la única, es una lucha de poder y convivencia con las palabras. Somos nosotros los que las colocamos en situaciones de extrañeza para exprimir otras connotaciones junto a palabras inusuales. Las flexionamos, contorsionamos hasta conseguir magia. Pero se resisten, son perezosas, se aferran a su significado cotidiano y directo, y en esa lucha podemos triunfar o perder. El placer de crear escribiendo está en someter a las palabras para que creen emoción, esa emoción que nos satisface y nos enriquece como ser humano, como raza, como especie que evoluciona y se desarrolla. Ahora mismo seguro que se están creando palabras en el mundo, en español, en inglés, en portugués o en chino, y seguro que se crean cientos de palabras nuevas todos los  días. Es tremendo, nuestra especie es especialista en crear símbolos mediante comparaciones, metáforas y abstracciones, que cualquier otra persona puede descifrar y transformar en imagenes,  que terminan en sensaciones y forman parte de nuestra memoria y de nuestra vida.
Por todo esto, el poeta no es sólo poeta cuando escribe, sino cuando lo leen, y ven imágenes y tienen sensaciones muy distintas a las del escritor. Las palabras crean sensaciones distintas y parecidas en cada mente, las palabras son magia, es magia sin trucos, es la magia del ser humano. 
En el caso que nos trae aquí, José  Manuel se ha atrevido a hacer pública su creación, sobre todo en los últimos dos años, y ha tenido éxito, premios, apuestas de editoriales por sus creaciones, presentaciones en Madrid y próximamente en la feria del libro de Badajoz. José Manuel mantiene una coherencia en su obra, un ritmo, un vocabulario y una actitud filosófica frente a la vida, nos plantea una y otra vez con su poesía el otro lado de las cosas, con unos libros de una estructura trabajada, con un sentido de unidad. Su temática bucea a menudo buscando aquello  que llene nuestros vacíos cotidianos.
Los labios quemados me sorprendieron porque sabía que me encontraría con una temática completamente distinta en su trayectoria, el erotismo explicito, pero lo que no sabía es que su lectura me iba a llevar a las mismas reflexiones poéticas de sus otros libros, a  esa búsqueda de aquello a  lo que agarrarse para no sentir vértigo. Hay tiempos mezclados, hay recuerdos que consiguen ser más intensos que la realidad en su presente, y el final abraza a este poemario dándole sentido poético y coherencia.
Desde aquí le doy la enhorabuena a mi amigo y escritor José Manuel por esta obra, y os dejo en sus manos. Espero haberos puesto con mi presentación en la situación que se merece su obra.

Miguel Ángel Navarro


La abarrotada Sala Mapfre de Badajoz vivió los apasionados versos de José Manuel

lunes, 16 de marzo de 2015

Publicación de El libro del fuego de Santiago Aguaded Landero





Santiago Aguaded Landero nació en Lepe (Huelva) en 1962. Estudió Biología en la Universidad de Sevilla. Realizó el doctorado en Biología Molecular en la Universidad Politécnica de Madrid. Ha vivido en Madrid, Sevilla y Badajoz. En la actualidad es  profesor de la Universidad de Huelva, impartiendo clases de Didáctica de las Ciencias Experimentales. 
Aparte de haber obtenido diversos galardones, tiene una amplia obra poética publicada que consta de los siguientes títulos: Diario apócrifo de un alquimista (2005), El perfume de Magdalena (2005), Teoría del Dolor (2006), Sortilegio de silencio (2009), El libro de los mendigos (2007), El libro de las defixiones (2008), El libro de los perfumes (2008), La Agencia del Miedo (2009), Salario (2009), Voz Vencida (2009), Disolución (2012), Alquimia del Agua (2012), Voces verdes de la Tartéside (2012), Colapso (2013), y Alquimia de la Tierra (2013).Ve ahora la luz su último poemario, El Libro del fuego.

lunes, 2 de marzo de 2015

Acto de presentación de Los labios quemados

Rafael González, Carmen Crespo y José Manuel Vivas


Hablar de Los labios quemados no es solo hablar de lo carnal o lo sexual, sino de algo más. Uno, cuando se adentra en el libro,  se da cuenta de que en su lectura va encontrando madejas que lo llevan o arrastran hacia otros lugares, hacia el lugar.
En una primera lectura de Los labios quemados me encontré frente a un libro pleno de carnalidad, de sexualidad, pero conforme me adentraba en él iban apareciendo pequeñas trazas, pequeñas pistas que  me decían al oído algo así como esta cosa, Carmen, va de algo más.  Al afrontar una segunda lectura, descubrí que frente a lo  carnal se imponía lo amoroso, pero no solo lo amoroso,  sino lo espiritual. ¿Cómo lo logra Jose Manuel Vivas?  Pues con una serie de juegos, de confrontación.   Hay una especie de dicotomía a lo largo de estos labios quemados entre la carne y ese algo que podríamos llamar lo impalpable.  De hecho es muy significativo que el libro, con un título tan  absolutamente lleno de carnalidad, abra con un poema titulado El amor, un poema que juega con esa dicotomía,  un poema en el que Jose Manuel Vivas nos lanza puentes para ir de un lado a otro, de la carne a ese algo impalpable o de lo impalpable a la carne. Dice Jose Manuel Vivas en este poema:
         El amor se dibuja/se trueca,/se moldea impaciente/cuando pasan las estaciones, los años…    
donde nos coloca del lado del amor, pero inmediatamente dice:
      …no alcanza los corazones/pero sí los vientres entregados,/las carnes decenarias/las pieles circulares…
y aquí nos lleva directamente a la carne.  Y así a lo largo de todo el poema, pero no solo del poema sino también del libro, repitiendo este esquema como si de un fractal se tratase.
Otra doblez muy importante también en el libro es la presencia del otro frente a la del yo poético.  Ese otro que no solo deja su impronta en la piel o en el vientre, sino también en lo que no podemos tocar, en lo invisible:  huella del amante que ya no está:
       Cuando no había nada/aún quedabas tú/quedaba ese olor punzantes/en mi piel/que no se evapora/ni disminuye/con tu ausencia.
(olor punzante que no es más que ese algo impalpable del que hablábamos antes) frente a ese yo que queda al otro lado cuando se sucede la ausencia:
    No necesito tu piedad/ni tu complacencia/ni siquiera la compasión/con el amante desposeído.
Y volvemos a cruzar puentes de nuevo,  a pasar de la carne a esa cosa que no se sabe qué.
Leer a Jose Manuel Vivas y estos labios quemados es descubrir a un poeta que se recrea en el verso limpio,  pulido, sin sobresaltos.  Es deslizarse por una poesía fugaz, ligera y a la vez desconcertante que nos muestra no solo la carne del poema sino también su pulso.
                       
Carmen Crespo

 Carmen Crespo y José Manuel Vivas en un momento de la lectura

martes, 3 de febrero de 2015

Acto de presentación de Ars fragminis

José Luis Zerón y José María Piñeiro

José María Piñeiro fue miembro fundador de la revista Empireuma y ha publicado las plaquetes  El légamo de las estrellas e Hilas de papiro, así como los libros Margen Harmónico y Profano demiurgo. Además es colaborador en numerosas revistas y periódicos y autor del blog empireuma.blogspot.com.  Ars fragminis es su tercer libro y se compone de notas, aforismos y  fragmentos extraídos del diario del autor. José María también es fotógrafo y pintor, pero siente una especial predilección por la poesía, y a la escritura y lectura de poesía le dedica una gran parte de su tiempo; por ello quien lo conoce se hará estas dos preguntas: ¿por qué, teniendo la oportunidad de volver publicar un libro no se ha decantado por un poemario? ¿Se ha sumado José María a la moda de la escritura breve que impera en Internet y empieza a colonizar el mercado editorial? Como amigo suyo que soy de toda la vida os diré que José María Piñeiro no es un oportunista, y puedo atestiguar que durante su adolescencia ya practicaba la escritura mínima, fragmentaria, llámese aforismo, sentencia, axioma o apotegma. Desde sus tempranos inicios en la literatura escribía un diario que ha continuado con más o menos regularidad, de modo que José María es un veterano de la literatura breve y sé que acariciaba desde hace tiempo la idea de publicar un libro de escrituras fragmentarias.
Este que hoy presentamos consta de tres secciones: la primera y la tercera contienen aforismos o notas breves, la segunda una selección de entradas del diario del autor. La primera sección se titula Líneas I y se trata de un conjunto delicioso de fulguraciones gnómicas que no tienen un tema común; no son máximas morales o sentencias que desembocan en el axioma, el refrán o el proverbio, ni son sesudos aforismos con cierta diatriba social, ni una concatenación atropellada de impresiones ingeniosas pero vacías, no, los textos quintaesenciados que componen este libro obedecen tanto a una comprensión del mundo, a su necesidad de captarlo aquí y ahora, como a una intención estética y al mismo tiempo reflexiva. Estos aforismos nos hablan de la intimidad del autor pero también de ese flujo incesante de acontecimientos llamado realidad, captado como una cascada de sensaciones e impresiones. 
Somos el universo cuando fluimos, cuando cantamos; estamos en el universo al delimitar un territorio, al enfrentarnos a otros habitantes”. Dice un aforismo. 
Y  este otro:
procesaré durante años la información que me ha brindado ese instante. 
José María demuestra una amplitud de miras, un más allá en su visión del mundo y de la cultura que trasciende el tópico, expresándose en un tejido de experiencias múltiples y simultáneas: 
Materialismo, idealismo, solipsismo, positivismo, espiritualismo… al fin y al cabo toda teoría supone una imagen de las cosas  y es válida para entender al hombre y al mundo. La preeminencia de una tendencia sobre la otra es eventual en el concurso de la creatividad del pensar. 
Muchos de sus aforismos están dedicados a la poesía  y a los poetas, como no podía ser de otra manera en alguien que se considera esencialmente poeta. He aquí varios ejemplos: 
Solo la poesía y la belleza son posibles.
Lo que más fastidiaba a Baudelaire era escribir poemas.
Hay algo oscuro en un poema recitado en una plaza, bajo la luz del sol, en pleno día. 
También hay en ellos una tendencia al culturalismo:
Hay genios que hablan su propio idioma: Góngora, Lezama Lima, Joan Miró.  
Siempre entendí el título del libro de Octavio Paz Pasado en claro, como posado en claro. 
En estos fragmentos asoma la incorregible vocación de flâneur de nuestro amigo José María, callejeador y hermeneuta, como se califica a sí mismo. 
El mayor lujo: pasear.
Casualidades estocásticas por la calle, el portazo de un coche, un martillazo lejano y un par de ruidos en un andamio reproducen varias notas de un pasaje de la obra musical Arcana de Varése.
"Amad a los poetas locos", pintada leída en Torrevieja, a principios de los noventa. 
El autor también  habla de sí mismo: 
Soy un visitador de discursos.
Me interesan ciertos éxtasis de los otros.
Y hay lugar para el ingenio cercano a la greguería, la paradoja, el retruécano y el juego de palabras: 
El estrépito de la carcajada como cuando cae la vajilla al suelo.
Por mucho que se arrugue, el agua no se rompe.
Un relámpago lentísimo. 
Y por último, y para no extenderme, destacaré la reflexión del autor sobre la escritura fragmentaria: 
El fragmento es un lujo de lo unitario.
El aforismo no sentencia, detecta un nódulo de realidad.
Escribir aforismos es otro modo de jugar con los espacios en blanco. 
Las notas y aforismos de José María basculan de la solemnidad al humor, de la aseveración a la ironía, de la actitud epistémica al escarceo intuitivo, del ascetismo tajante a la voluptuosidad imaginativa, de la opinión intelectual al pensamiento espiritual, siendo fiel el autor a los requisitos que hay que pedirle a un buen aforista: brevedad, agudeza , fuerza de lenguaje, lucidez, tendencia ilustrada que no excluya la intuición, intensidad, lenguaje claro y sintaxis estable, posesión instantánea y simultánea de la realidad.
La segunda sección lleva por título La arena del reloj  y consta de fragmentos del diario personal del autor. Estos textos son más extensos y, por tanto pierden contundencia, pero no abandonan la concisión, la síntesis y la agudeza. Incluso en esta sección también leemos algunos aforismos. Por ejemplo  Un apunte que es en sí mismo una verdadera poética: 
Ser poeta es habitar un ritmo. 
Esta sección combina la escritura reflexiva con la experiencia y la memoria personal aboliendo ciertas fronteras narrativas. José María es capaz de reflexionar con asombrosa lucidez y riqueza de matices, a pesar de la brevedad de los textos, sobre complejos asuntos filosóficos o sucesos leídos en la prensa, y al mismo tiempo registra sensaciones nimias, percepciones pasajeras, anota sueños, da cuenta de sus lecturas o de sus audiciones musicales, de sus paseos, del proceso de su escritura. El autor exhibe una admirable capacidad analítica al mismo tiempo que una libre asociación de ideas a la hora de desarrollar los temas, con un manejo del lenguaje como materia dúctil.
José María lo abarca todo, nada escapa a su curiosidad y asombro, desde la astrofísica y sus misterios y paradojas, la filosofía, las artes y la literatura, hasta la parapsicología, pasando por los conflictos de la realidad actual; pero además, también habla de su experiencia vital, más contemplativa que activa, de sus introspecciones, de sus hallazgos, “esos tesoros del día escondidos por la luz del día”, como escribe en una de sus entradas. El autor no escamotea la crítica y la ejerce de manera tan sutil como contundente, verbigracia esta entrada de una sola frase: 
Hoy la poesía solo está bien escrita. 
Asimismo abre un camino amplio de posibilidades especulativas y narrativas que evita la autobiografía y sus detalles irrelevantes, así como el envaramiento intelectual, algo tan común en la mayoría de diaristas. El suyo, a pesar de su riqueza analítica, es un diario vivo, candente, pleno de intuiciones y hallazgos, sin imposturas, que apuesta por el valor salvífico de la escritura: José María dice en una de las entradas: 
Un diario exclusivamente intelectual parece escamotearnos algo. ¿Dónde está el cuerpo, las emociones liberadas, el grito? Todo  ha sido sustituido por la convulsión conceptual, por la ebriedad meditativa. La palabra es una frondosidad -ideológica sensorial-.” 
O esta otra: 
Incluso para escribir el poema más desolado, más aniquilante o presuntamente verdadero, hay que tener un dominio sobre lo experimentado, se tiene que haber trascendido en parte, al menos, lo vivido para que precisamente se dé meticulosa memoria de ello. Lo cual demuestra el aspecto productivo de nuestros malestares: podemos morir varias veces y dar cuenta de nuestras finitudes, es decir, es posible la resurrección (dentro de la vida). 
Por otra parte me parece destacable el uso activo e inteligente de la memoria para seleccionar la anécdota pasada y establecer correspondencias espacio- temporales. José María nos dice que: 
La memoria no es desván sino meandro soterrado. La memoria es activa y selectiva. 
La capacidad de José María Piñeiro para establecer analogías y su impresionante memoria, crean una aventura poética que se nutre de los enigmas  cotidianos y de los relumbrones maravillosos del pasado. No en vano el autor escribe en una de las entradas del diario: 
“El mundo supone una serie de retos y misterios: en la naturaleza, en el devenir social. Nuestra posición: o recuperamos entusiasmos y nos implicamos en la revolución de cualquiera de estas cuestiones, ya sea por competencia, por interés, por proximidad, o nos convertimos en tibios disidentes de la emocionante complejidad que se nos lanza.” 
Y José maría, desde luego, apuesta por implicarse, por salir al exterior con una mirada asombrada -no ingenua-, con una capacidad para hacerse preguntas originarias que no han obtenido respuestas definitivas, y de esta manera captar el mundo y dotarlo de sentido.
La última parte titulada Líneas II vuelve sobre las notas aforísticas; una versión pura y simple de una multitud de experiencias y reflexiones aliadas con el lenguaje, lejos de la comodidad y la pereza, conformando, pues, una estructura circular.
Por último quisiera aclarar un hecho que estamos olvidando. La escritura breve, inmediata, aquella que requiere un coraje especial porque al autor se la juega en unas pocas palabras, ofrece al escritor pocos refugios y mucha intemperie. No es un género literario exclusivo de nuestra época a pesar de Facebook, los blogs, wassasp, twiter, y otras formas de comunicación que proliferan en las redes sociales. Ha existido siempre, aunque se ignore o se desprecie en los manuales de literatura, y no es cuestión de ahondar en las razones de esta desmemoria. Ciñéndonos a la tradición occidental, citaré algunos nombres: tenemos en la antigüedad los fragmentos de Heráclito, los aforismos científicos de Hipócrates, o las piruetas verbales de Diógenes el cínico. En la Roma antigua sobresalen como aforistas Marco Aurelio y Séneca; en la Edad Media y en España hay magos de la inmediatez como Ramón Llull; en el siglo XVI el francés Montaigne; en el XVII Gracián, Pascal,  La Rochefoucauld y Spinoza. En el XVIII Chanfort y Lichtenberg, Blake y el marqués de Vauvenargues; en el  XIX Schopenhauer, Nietzsche, y Jules Renard; en el pasado siglo, Juan Ramón Jiménez, José Bergamín, Cioran, Canetti, Wittgestain, Walter Benjamin y María Zambrano; y ya en nuestros días, Carlos Marzal, Jordi Doce y Manuel Neila.
Con este libro híbrido y fragmentario, José María Piñeiro se inscribe dentro de esa fecunda tradición de escritores de la miniatura, de hacedores de “pequeños milagros cotidianos, fósforos frotados inopinadamente en la oscuridad”, como diría Roland Barthes.
                                                                                         José Luis Zerón