lunes, 29 de agosto de 2016

Reseña de Cruzar el cielo

Reseña en Frutos del Tiempo

(2 de agosto de 2016)

CUANDO CRUCÉ EL CIELO CON ADA SORIANO, por Fernando Pastor Pons


En ocasiones, se tiene la suerte de conocer personalmente a poetas cuya sensibilidad nos toca en nuestro más profundo interior; poetas que unen, a una obra ya sobradamente asentada y reconocida entre la crítica, una forma tan hermosa de ser, que hace palidecer a esos otros tan pagados de sí mismos y de su propia egolatría y vanidad que muestran una disidencia absoluta con su obra y de los que, lo mejor que puede uno hacer, es olvidar a la persona y centrarse en lo escrito porque, la persona, apesta por sus bajos valores personales.
Pero, como digo, hay esas maravillosas excepciones y, sin dudarlo, la poeta Ada Soriano (Orihuela, 1963), que fue Premio Nacional de Poesía “Montesinos 2000”, codirectora de la revista de creación “Empireuma” y autora de poemarios como ‘Anúteba’ (Ed. Autor, Orihuela 1987); ‘Luna esplendente o sol que no se oculta’ (Ed. Empireuma, Orihuela 1993); ‘Como abrir una puerta que da al mar’ (BB.PP. Fernando de Loazes, Generalitat Valenciana, Orihuela 2000); ‘Poemas de amor’ (Fundación Cultural Miguel Hernández, Orihuela 2010); ‘Principio y fin de la soledad’ (Cátedra Arzobispo de Loazes, UA, 2011) une al hecho de ser una excelente poeta la feliz coincidencia de una personalidad y carácter acorde con su poesía.
Es por ello que, al llegar a mis manos su último poemario ‘Cruzar el Cielo’ (Ed. Celesta 2016 – ISBN 9788494391033) me he regodeado en el poemario. Como el oso glotón con un panal, así he disfrutado ‘Cruzar el Cielo’. No sólo lo he leído repetidas veces sino que, además, gracias a una grabación que me enviaron de Ada recitando varios de los poemas en la presentación que hicieron de su libro en Orihuela, he podido releer aquellos textos a la par que escuchaba el recitativo lo que me ha permitido entrar un poco más en los recovecos de la autora y captar sus inflexiones, sus silencios, su respirar con cada palabra. Como digo, miel a mis labios adustos. Así que compartiré contigo, que has dado en tener el detalle de leer estas mis insípidas palabras, mi experiencia, mi sentimiento del poemario; no un análisis sesudo e intelectual que dejo a los críticos sino la visceral, la sanguínea que refleja lo que he sentido como lector y poeta; así que perdona de antemano la extensión, porque comentaré muchos poemas y, de los que no comento, no es porque no me atraigan sino porque reiteraría lo ya dicho en otros y por contenerme un poco (eso sí, poquito…)
No se cómo lo ven los críticos u otros poetas pero, para mí, el primer poema del libro me parece que debe ser como el primer párrafo de un relato, debe ser la trampa, el anzuelo, que enganche al lector. En ‘Luna de Invierno’ cuando arranca Ada con:

“Aquella vez estabas tan cerca que pude sentir
tu aliento gélido y contemplar la mirada irónica
de tus cicatrices”

inicia con tan buen oficio el poemario que uno se relame con epicúreo placer; y luego:

“Quedaste atrapada entre los brazos de un árbol
y lo nombraste rey ante los desolados cañaverales
Así, encajada, parecías distinta.”

Esa figura, esa imagen poética y fotográfica, de la luna brillando entre las desnudas ramas del árbol, es bellísima y me conmueve; y el “encajada” que tan bien refleja y fortalece la figura del primer verso completa un inicio exquisito que se completa con esa referencia a la mítica Avalón celta que nos traslada a tiempos y lugares indefinidos, oníricos, épicos y dice: “querrían para ellos el aroma / de tu cuerpo afrutado”, lo que me devuelve a otra imagen bellísima del amor cortesano y a la ligereza de un verso lleno de sensualismo y erótica (¡eso también!) Un poema bellísimo.
No menos bello me parece ‘Rocío del Mar’ con esos paralelismos entre el mar, las olas y la espuma y el amor “vertiendo en su extensión rocío” que menciona en I; o cuando en II hace ese paralelismo tan hermoso y sensual con la espuma, las algas, el caballito de mar y, finalmente, ese alumbramiento del sol, hermoso retoño de un amor prohibido; en III me parece muy bella la imagen de la mariposa sosteniéndose en su agitada fragilidad; y en IV, por fin, esa ceremonia, esa procesión de los animales, a modo de corolario, podría confundirte y parecer el final de ‘Rocío del Mar’ error que no ayuda a evitar el que V y VI estén en la contra página pero, entonces te encuentras con:

“Hay un momento en que la luz comienza
a desvestirse, al igual que la llama no sobrevive a la vela”

que me vuelve a extasiar y lo leo y lo releo y lo subrayo con el lápiz y lo vuelvo a leer y pienso “¡qué imagen más bella!” y acabo “en la melancolía que destilan los ojos de la luna” y mi corazón se llena de esa melancolía que tantas veces he vivido como vive la casa que menciona la poeta; y ¡qué decirte de VI! con:

“…esa nube que se arrastra con cautela imitando el paso de la /culebra,
y se acerca a la luna y la rodea con su forma de cinta.
En su aparente quietud acaricia el cuerpo desnudo…”

donde se crea una tensión lírica tan penetrante, es una imagen tan expresiva y tan bella que resulta ¡de nuevo! sensual e intensa y me hace percibir mi epidermis y expande un sentimiento de placer y gozo en mi pecho. Ya sé que suena exagerado, pero es lo que hay; es lo que siento con su lectura cada vez que lo retomo.