Entre sus publicaciones cabe destacar Del otro lado del espejo (2000); Fases de Tumiluna (2003); Vecindades del aire, De eternidad en eternidad y Luego será mañana (en otra habitación), (los tres de 2006); Pasos-El sueño de la piedra (2010)); Definitivamente polvo (2010); Solitudine (2015); Máscaras para no enloquecer (2017); Cómo salir del palimpsesto (2019). Además, ha publicado en colaboración Trampantojo (2008) y La desmesura del círculo (2011), y ha sido incluida en numerosas antologías. No todo es haiku es su nuevo poemario.
miércoles, 25 de diciembre de 2019
Publicación de No todo es haiku de Ángela Serna
Entre sus publicaciones cabe destacar Del otro lado del espejo (2000); Fases de Tumiluna (2003); Vecindades del aire, De eternidad en eternidad y Luego será mañana (en otra habitación), (los tres de 2006); Pasos-El sueño de la piedra (2010)); Definitivamente polvo (2010); Solitudine (2015); Máscaras para no enloquecer (2017); Cómo salir del palimpsesto (2019). Además, ha publicado en colaboración Trampantojo (2008) y La desmesura del círculo (2011), y ha sido incluida en numerosas antologías. No todo es haiku es su nuevo poemario.
miércoles, 12 de junio de 2019
Reseña de Las raíces del velo
Sobre Las raíces del velo de José María Piñeiro, por Javier Puig.
Reseña en Frutos del tiempo, 29/05/2019
Desde su
versátil capacidad literaria, y después de seis años, José María Piñeiro vuelve
a ofrecernos una amplia muestra de su poesía en Las raíces del velo,
editado por Celesta. El poemario está dividido en tres partes, cada una de las
cuales, como se dijo en la presentación que tuvo lugar en Orihuela, podría
constituir una obra independiente. Esto es así porque hay una suficiente
diferenciación, y, dentro de cada una de ellas, una coherencia propia; lo que
no obsta para reconocer un nexo común, el que se deriva de la marcada
personalidad del autor, y que se manifiesta en esa sensible percepción de “el
espectáculo de la vida”, del que exprime su intensidad, aunando, en variables
proporciones, lo sensorial y lo intelectual.
En la
primera parte, Biografemas, hallamos la rememoración de esos
contactos con el mundo que resultan significativos, que se imprimen en el ser
desde el impacto emocional, desde el descubrimiento que nunca se deja de
repasar para continuar afinándolo con nuevas sutilezas. Se habla aquí del
espíritu aventurero de la primera juventud, de las atrevidas incursiones en los
parajes prometedores, en los espacios ocultados por el mundo impuesto. Es la
intrínseca validez de la experimentación, el alegre juego de avanzar para
alcanzarse más allá del previsible uno mismo. Pero también hay poemas
intemporales, que reflejan una constante vital, esa arraigada posición que
indaga desde el austero hedonismo, la creencia en que lo más contiguo al propio
ser, el más adherido límite con lo ajeno, ya revela la inconclusa paradoja de
la existencia.
En la
segunda parte, Confieso que no he vivido, el poeta se somete a un
autoanálisis, revisa su trayectoria vital y echa a faltar una mayor
exterioridad, una más completa vivencia de las posibilidades del trayecto humano.
Si antes, la retrospección era meramente contemplativa, si la mirada se situaba
apartada de un responsable protagonismo, ahora la encontramos atrapada en una
valoración severa, implacable, sometida a una estricta regla que no perdona la
visión de las carencias, sino que las amplifica; sobre todo, la de un
indefinible ser íntimo capaz de acompañar, de compartir, de mullir los propios
pasos.
Ahora,
ese paraíso concentrado, poco más que casero, se ve como baldío. Ese ámbito
querido que tantos momentos de plenitud ofrece, pero al que se le achaca su
incapacidad integradora: “… Y los libros inertes que sustituyen a los amigos”.
Allí es rara la afectuosa conversación, la viva reciprocidad: “A mí me ha
vencido la pereza y la belleza”. Es la mala conciencia por el gozo interior,
enclaustrado, pertrechado de exquisiteces: “Tú no puedes saber/ qué
laboriosamente me entregué / a no hacer nada y soñar furibundamente”.
Es
esa trampa psicológica, la idea de la seria negligencia en la que incurrimos
cuando vivimos, casi para nosotros solos, una vasta extensión de tiempo que se
nos ha regalado. Hay maneras de calmar esa desazón, la mayoría falsas, y alguna
más difícil, que exigiría una actitud extraordinariamente generosa. Pero a
veces se vive así porque lo próximo no nos satisface y no sabemos encontrar en
nosotros una magnánima anuencia. Tal vez el listón se pone demasiado alto
cuando se frecuentan las intensidades, las excelsitudes del arte. Por eso el
lamento ante la imposibilidad de encontrar a la mujer vecina, palpable; pero,
sobre todo, exacta: “La mujer atractiva de mi época / no habla mi lenguaje o
vive en paradero desconocido”. Como cuando se refiere a las actrices que lo han
fascinado: “Y yo he ido anotando / todas estas apariciones de bellos espectros
/ en la lista violeta de mis desolaciones perpetuas”.
Es la
sensación de llevar una vida muy intensa en sus entusiastas recurrencias, pero
siempre sustitutiva, demasiado protegida, ya lejos de la osadía juvenil: “Esta
tarde me he comprado un libro: / el acto erótico supremo del día”. Es la
habitación como refugio frente a un mundo que no puede ofrecer sino la
decepción ante tan altas expectativas de quien está acostumbrado a relacionarse
con lo más exquisito: “Es la dulzura incontaminada de la habitación/…./ y soy melancólicamente
feliz / imaginando esa poesía de la redención furtiva”. Afuera está ese:
“Confín vertiginoso de rostros y cuerpos / que no se conocen”. Quizá la salida
sería alcanzarnos en nuestro ser extendido: “Definir un espacio soberano en el
que encarnarnos / y pulverizar los miedos y los dilemas, / y olvidar el olvido/
e intentar, en el otro, rescatarnos”.
En la
tercera parte, El flaneur enardecido, el poeta recoge la expresión de
su nutritiva confluencia con el mundo del arte, cuando, desde la ajustada
soledad se alcanza una sensación de no chirriante pertenencia al mundo, de
unidad, aunque siempre sea desde una denodada salvaguarda de lo propio. Aquí se
trata de encontrar, entre el barullo del mundo, esas “gemas” salvadoras: “El
claror del día concita a los vivientes / bajo la gema de su luz”. ”Examinando
las gemas que hace el agua de la fuente / al brotar”, “la gema quieta de la
tarde toda”, “mi acopio de gemas y perlas imaginadas / se traduce en esta
posibilidad narrativa: / escribir poesía / para hacer rica mi pobreza”, “la
fronda te devuelve gemas ovales y susurros convocadores”. En todos estos
poemas, José María Piñeiro realiza un recorrido por algunos de los puntos
cruciales de su vocación, que es la de apreciar el arte que lo incumbe, el de
algunos escritores o músicos reconcentrados en vibrantes atisbos. Pero, junta a
esas manifestaciones esforzadas, también está la espontánea realidad que se le
ofrece, que él penetra con su actitud deambulatoria. Todo eso que hay que
digerir y hacerlo propio, creativamente: “Y nuestro placer y privilegio
renovados/ es dar nombre a las cosas, / descifrar lo que acontece, / no cesar
de interpretar”. Y eso es algo que no se reduce al juego intelectual sino que
trasciende hasta lo emotivo: “Una tarde la belleza me hizo llorar / al
convertirse en esperanza”.
La
obra de un autor no es la permanencia en una fotografía única, en un momento
absoluto. En este poemario se exponen la intuición, la tentación, la duda, la
posición humana zarandeada por los vaivenes que impone el tiempo. En Poéticas, esa pieza final, fragmentaria, próxima al
aforismo, del que es devoto y maestro el autor, se plasma una de esas pequeñas
sabidurías que todos nosotros, de vez en cuando, alcanzamos, pero que no
sabemos cómo retener frente a la resbaladiza sucesión de los momentos que nos
configuran: “Asegura tu partícula luminosa, / cede a lo que te penetra. / Di tu
alucinación, /no juzgues lo que te pasa. / Di lo que te pasa”. Pero José María
Piñeiro, en un acto de honestidad, de intento de completud de sí mismo, a veces
no se obedece; entonces, se juzga, y se dice a sí mismo que no ha vivido;
afirmación con la que no podemos estar de acuerdo quienes apreciamos su obra,
pues sentimos que está hecha de una vivencia lúcida, sostenida sobre las intermitencias.
En Las raíces del velo encontramos sinceridad,
belleza, y un buen puñado de poemas que albergan una preciosa “harmonía”.
lunes, 3 de junio de 2019
Presentación de Letras a débito
José Luis Nieto
Rafael González y José Luis Torrego
Ante todo gracias a Rafael por su confianza al pedirme me hiciera cargo de esta presentación, a José Luis por confianza y su amistad: Gracias, finalmente, a todos ustedes por estar aquí dispuestos a sufrir estos minutos despiadados de mi oratoria.
TRAYECTORIA
José Luis Nieto es un poeta
urbano y del desencanto. Una puntualización, esto no es lo mismo que un poeta
del desencanto urbano. Él en ningún momento se siente traicionado o
decepcionado por Madrid, que de hecho es el hogar del retorno final de este su último libro, él
se siente desencantado por los amores multicolores que destiñen a los pocos
lavados dejándote el resto de tu vida y de tu ropa para la basura. Y sí, ocurre
que esos desencantos suceden en Madrid.
José Luis sabe —es
amargamente consciente— que el destino de las palabras es recluirse en el
olvido, sin embargo, escribe “Un tiempo de adiós” y “Rastros perdidos”.
José Luis conoce la
decepción de aquello que fue y el entusiasmo mutilado de lo que acabará no
siendo. Sin embargo, escribe “Diario de improvisaciones” y “Cuadros sin
colgar”.
Por eso su poesía es
bronca y escueta como el whisky, y como el whisky arde en la garganta al
beberla directamente de la botella tras escupir el corcho con la boca. Porque
así beben los vaqueros solitarios, especialmente cuando son urbanos, más aún si
es la medianoche y , obviamente sin más remedio, si montan un caballo de dos
ruedas.
Mucha película con
final de amor feliz en vena, ¿y al final qué, José Luis?
Nos han mentido y nada
queda.
Y
se confirma:
Al final nada
nada
perdura: ni la huella salvaje
de
los momentos cabalgados, ni el último
poema,
ni la sonrisa final
de
la camarera (…)
Otra característica
de José Luis es la de ser poeta sin yo poético. Es él mismo quien está dentro
de su obra batiendo el cobre en cada verso, encajando cada tajo en su
pellejo, sufriendo caídas desde un
encabalgamiento y apañándose una metáfora como torniquete si acaso le dejan una
tregua.
Un poeta sin
evasiones literarias ni huidas. Siempre canta y describe su ciudad, natal una
vez y cruel muchas, siempre la realidad viciada de paraíso artificial que es
Madrid. Cierto que, de vez en cuando, encuentra por el fango nocturno algún
zafiro entre los ajos y disfruta de una “sinéresis labial” durante un breve
espacio, sin olvidar un momento, eso sí, que todo es espejismo.
Ya en 2011 nos
confesaba José Luis que quería hacer un libro de espejos con la materia insulsa
de los días. Curiosamente, nuestro amigo el gran Alejandro Céspedes lo hizo
realidad literalmente en Topología de una página en blanco.
José Luis no
encuentra refugio en el recuerdo. Para él no existe la aspiración a eternidad
de lo fugaz que hay en Salinas, la memoria no es el mágico preservar el
esplendor en la hierba. Nada de eso, la memoria en Nieto es una visita pesada
que te hace enmohecer en la pena de lo perdido, oxidarte en el “sulfuro en las
lágrimas”.
En cuanto a su
estilo, muy de la escuela castellana: su
“repertorio es pobre”, no intenta “artesonar su quincalla”.
En 2013 hay un
conato de inventar un heterónimo, o quizás un doble para los versos peligrosos:
Boris Lubernieff, al que presenta como un ser extraño que se dedica a hilvanar
el pasado sobre el presente, a descoser el futuro y a pasear a en soledad por
la ciudad a deshoras. Alguien urbanita y decepcionado que recoge esquirlas del
minutero, cada una con un nombre de mujer. Y se hace viejo.
Como ven, nos
resulta muy familiar el Lubernieff este.
Más aún cuando le
vemos sus pensamientos indecisos entre dos opciones para escapar de esa
dolorosa existencia: o empadronarse en Nuncajamás como niño perdido, o hacer
buenas migas con el tipo del espejo. Tipo que en Letras a débito reaparece en
el papel estelar de “El imbécil”. Tan estelar que casi se hace con la
titularidad del libro.
Lubernieff y José
Luis son “soldados de la rutina”. La rutina es el infierno de los desamados, la
inmovilidad pantanosa de quien quiso ser río y fluir. La rutina de los espejos,
de las estanterías con citas afiladas, de los marcos con caras que gritan “¡envejeces!”.
Y José Luis, un
poeta de diario —o de andar por casa, que se declara él—, nos confiesa sus
huidas. El bullicio, el alcohol son para él una tentadora invitación a la
amnesia indolora. Toma, sin embargo, con entereza ese fracaso, arrastra esos
momentos a sabiendas “como una silla de metal araña el suelo de mármol”.
Reivindica la derrota y considera que “ha vencido porque es suya la derrota”. Y
también suyo el símbolo y territorio donde ocurrió:
Porque la noche es mía.
Vive en lunes y en
otoño. En una rutina sin ciclos ni estaciones y llega a la conclusión de que
hay una Generación de los Desarraigados, de la que él es miembro vitalicio.
Retornemos a Madrid,
la otra constante en su obra. Madrid, “ese cemento en temporal continuo”, desde
cuyos “tejados la luna ilumina a un trapecista imaginario que le saca la
lengua.” Suena al final más común a una noche de farra.
Y aún así, el viejo
desencantado, mil veces trasquilado, insiste y se ve una vez más caminando
reincidente bajo ese cielo de plata
Como lobo envejecido por la
soledad y el hambre
queriendo amar.
¿Y qué es la poesía
para José Luis Nieto?
Ante todo hay que
responder que una vocación. Nunca buscó en ella
vil metal ni laureles dorados, escribió porque necesitaba escribir. Pero
la pregunta no era por qué, sino qué. Dejemos que él responda:
Volver al recuerdo incandescente de la niñez
a
la bonhomía de la desesperación descalza.
viernes, 31 de mayo de 2019
Reseña de Los libros que me habitan
Javier Puig, la
humildad del conocimiento en Los libros que me habitan.
Por Manuel García
Pérez
Ni Javier
Marías. Ni Muñoz Molina. Ni Pozuelo Yvancos. Hay un crítico literario
que traspasa y se llama Javier Puig, colaborador de MUNDIARIO.
04 de mayo de 2019
No
es amistad, sino la ebriedad. La lectura del libro
de ensayos, Los libros que me habitan, del escritor y poeta Javier
Puig –colaborador de MUNDIARIO– nos introduce en
la interpretación de un amante de la cultura que destaca, en cuanto a calidad,
por encima de muchas firmas de suplementos nacionales.
Nuestro
colaborador Javier Puig lleva publicando artículos y ensayos sobre su
percepción crítica de lecturas, música y películas en muchos blogs y revistas;
siempre desde una trabajosa y exquisita prosa, que se echa de menos en
periódicos de tirada nacional, donde las reseñas se han convertido en mera
promoción más que en un análisis riguroso de la obra.
Publicada
en Celesta, Los libros que me habitan es el tránsito de Javier
Puig por muchos de sus ensayos publicados a lo largo de estos últimos años,
donde la eficacia de su análisis pormenorizado de la obra está vinculada a un
manierismo que convierte el ensayo en una obra literaria; una tradición
decimonónica y noventayochista que consolidó a autores como Unamuno,
Ortega o Marañón, sin obviar los trabajos de Dámaso Alonso sobre los clásicos
renacentistas y del Barroco, que siguen siendo un referente de crítica
estilística y sensibilidad poética.
Y
es precisamente la sensibilidad de lo poético, de lo desconocido, lo que
pervive en las líneas de estos ensayos de Puig dirigidos a obras que, de alguna
manera, no solo han trazado una educación literaria, sino también una
biografía sentimental hacia la lectura como objeto y fin en sí mismo que
cautiva, que nos descubre a un hombre que encuentra en el placer de
escuchar y de leer una forma de adentrarse en el conocimiento profundo y abisal
de estructuras lingüísticas, párrafos, motivos temáticos, relaciones de autores
en el tiempo; una ardua tarea que prácticamente ya no existe en la prensa de
nuestro país, por varias razones.
A
Javier Puig no le puede ni la presión de editoriales, ni le persigue el tiempo.
Su devoción es la devoción del orfebre, de aquel que ha encontrado en el
ejercicio de la escritura sobre libros, una clase de ascetismo; en ese
ascetismo subiste una creación propia, donde la nostalgia, la inmediatez
de lo vivido o las desdichas del pasado comulgan con la obra que se analiza,
como si Javier Puig, el poeta, se dejase vislumbrar en esa exégesis, en
esos comentarios y subjetividades, como si se destilase la sensibilidad poética
de un hombre que ha encontrado en el ensayo la determinación de mostrarse al
mundo, de referir su modo de representarlo, de confesarlo, de darnos la
posibilidad de usurpar una parte de su intimidad creativa. Y, a veces, esa
intimidad creativa es toda la intimidad de un hombre.
Sus
aportaciones a las lecturas de Yourcenar, Zweig o Aldecoa declaran que, tras el
hecho estético, subsiste el valor literario de
un sujeto que analiza los textos desde la racionalidad, sin replegarse al
modismo de la subjetividad por la subjetividad, sin caer en ese estúpido vacío
de la libre interpretación.
La
creatividad de Puig radica en que, sin dejar de analizar el valor central de la
obra, su contextualización o su intención original, arbitra otras
interpretaciones que prueban su propia capacidad poética, la introspección de
la que no puede abdicar, pues Javier es consciente de que, detrás de esos
significados concretos, hay algo inefable, místico, en el libro que se trata.
Y
es ahí cuando uno descubre que quizá el ensayo de Javier sea el pre-texto y el
pretexto para ahondar en la poesía que guarda, para contemplar
misteriosamente los entornos, su complejidad, su deriva, a través de
autores y obras que sabían que el conocimiento residía no solo en la paradoja,
sino también en una certeza, como escribe en su magnífico ensayo sobre Broch
y La muerte de Virgilio: (que) "La palabra nos sirve
para decirnos las cosas que sabemos pero nos resultan inalcanzables
conscientemente. Pero a la inversa, con las palabras, somos capaces de generar
pensamientos inusitados, que no sabíamos que éramos propensos a poseer"
(pág. 43)
Lo
mejor de esta recopilación de ensayos es esa apuesta firme por una literatura
que trasciende, que cambia los mundos, que reivindica las fortunas y desgracias
de las sociedades, una literatura que le ha hecho vivir a Javier de una manera
intensa su propia vida; entendiendo esa intensidad como una
forma de escribir desde la serenidad y la meditación de la que muchos autores y
críticos han renegado por intereses particulares. @mundiario
miércoles, 29 de mayo de 2019
Presentación de Las raíces del velo
José María Piñeiro y José Manuel Ramón
Muchísimas gracias por asistir a la
presentación de este nuevo libro de José María Piñeiro: autor inquiero y polifacético,
amigo querido, admirado y seguido desde que empezara a publicar poemas,
aforismos y escritos varios en la revista Empireuma, así como en sus libros
venidos con posterioridad.
Agradecer a Vicente Pina y al personal
de la librería el que se facilite la celebración de este acto y que nos acojan con
generosidad en Códex, una vez más, nuestra librería de referencia en Orihuela:
¡qué gran labor venís desarrollando!
También agradecer públicamente a José
María el que me brindara la oportunidad de acompañarle en esta presentación,
con la que me estreno en este tipo de lides. Podría titularse Dos tímidos muy tímidos, si de una
comedia del absurdo se tratase. Pero no, no es el caso... La nuestra sería, más
bien, una road movie o película de
carretera, de amistad salvando los años.
Quisiera comenzar diciendo que nos
encontramos ante el libro de poesía más confesional de José María Piñeiro. Las raíces del velo, metáfora de
impecable factura, nos remite a la Vida con mayúscula, a su condición dual de volátil
mas anclada en tierra con las firmes raíces de la experiencia. Vida en vuelo
controlado cual cometa en manos, todavía infantes, del ser. Nada más hermoso y
doloroso, al tiempo, que experimentar nuestra libertad bragados con los cordajes
de la propia conciencia. Un libro llegado seis años después de Profano demiurgo, que hasta ahora fuera
su último libro de poesía. Entre medias publicó uno de aforismos, Ars fragminis (2015) y otro de artículos
y ensayos titulado Pasajes escritos
(2017). Llega ahora Las raíces del velo,
un libro valiente y entrañable dedicado a su madre que soñaba con jardines y bodas... Dedicatoria que nos conmueve a
todos los que la conocimos y tratamos, una mujer tan vitalista, alegre y
generosa. Este acto se lo dedicamos también a ella.
PREGUNTA:
José María, ¿qué hay detrás de esa dedicatoria?:
Bueno,
he cuidado de mi madre durante cinco años, día y noche. Por la madrugada me
llamaba y me contaba sus sueños. En el último medio año, soñaba que se
encontraba en un jardín, ella sola. Aquello era más inquietante que soñar
meramente con bodas o con otras personas conocidas y familiares. La
significación simbólica de “jardín” es la de “morada de las almas”. Es decir,
que se acercaba la hora: la reclamaban desde el otro lado. Tras su
fallecimiento, me acordé del diario que Barthes llevó tras la muerte de su
madre. Algunas anotaciones no sólo las podría haber escrito yo, sino que las he
vivido con literal amargura. Por ejemplo, Barthes escribe: “Hay mañanas tan
tristes”. Así han sido las mañanas de estas Navidades pasadas.
Biografemas,
Confieso que aún no he vivido y El flâneur enardecido son las tres
partes o secciones de este libro que os presentamos. Como afirmó en una
entrevista realizada por Ada Soriano y ahora también aclarado en la contraportada
del libro, podrían haber sido tres libros diferentes. Porque son tres partes
íntimamente relacionadas entre sí y vehiculadas en pos de una búsqueda del Amor absoluto que el autor ha emprendido,
y que todos íntimamente ansiamos o deberíamos ansiar, según infiero. Amor absoluto representado por la verdad
y la belleza, también por la carnalidad y su crudo relato del deseo, en
definitiva, por el ser humano que desbroza su esencia con esa carga de
profundidad que es el arte, dirigido a estimularnos hacia otros niveles de
conciencia diferentes al nuestro.
jueves, 23 de mayo de 2019
lunes, 20 de mayo de 2019
Publicación de Letras a débito de José Luis Nieto Aranda
José Luis Nieto Aranda (Madrid,
1962) inició estudios de Filología y Periodismo en la Universidad Complutense
de Madrid. Ha realizado cursos de Dirección de Empresas y de Comercio exterior
y un máster de Marketing. Actualmente trabaja como asesor comercial de
Inversión y Seguros.
Escritor por necesidad desde
temprana edad, hasta 2008 no publica su primer libro: Un tiempo de adiós. En 2011 saldría Rastros perdidos, en 2013
Diario de improvisaciones y en 2015 Cuadros sin colgar; también ha aparecido
antologado en Locus amoenus (2014). Es, pues, este Letras a débito su quinto poemario editado.
martes, 7 de mayo de 2019
viernes, 19 de abril de 2019
Publicación de Las raíces del velo de José María Piñeiro
Ha publicado plaquettes de poesía El
légamo de las estrellas (1998) y de aforismos Hilas de papiro (2000), y los libros
de poesía Margen harmónico (2010) y Profano demiurgo (2013). En 2015
salió a la luz otro libro de aforismos, Ars fragminis y en 2017 uno de
ensayos y artículos, Pasajes escritos. Publicamos ahora
su nuevo poemario, Las raíces del velo (2019). Mantiene en internet el blog empireuma.blogspot.com.
viernes, 8 de febrero de 2019
Presentación de Los libros que me habitan
UNA
BIOGRAFÍA LECTORA
Javier y yo nos conocimos hace
aproximadamente veinticinco años. Desde el primer encuentro surgió entre
nosotros una relación especial de amistad y literatura. Desde entonces hasta
hoy hemos intercambiando confidencias y reflexiones, compartido espacio en
antologías, revistas y blogs y seguimos participando en numerosos empeños
culturales; así que puedo decir con conocimiento de causa que me extraña mucho
que Javier haya tardado tanto en publicar ese primer libro que sus amigos esperábamos
desde hace tiempo, por ello este acontecimiento gozoso que celebramos aquí, en
nuestra querida librería Códex, es también un acto de justicia. Enhorabuena,
Javier. Ya tocaba.
Javier
Puig se ha decidido por una recopilación de cuarenta artículos referidos a la
literatura, agrupados bajo un título hermoso y muy adecuado: Los libros que me habitan, en edición de
la madrileña editorial Celesta que dirige Rafael González Serrano; editorial
asentada que no teme apostar por escritores de calidad que publican por primera
vez. Javier es un escritor polifacético y cultivado que escribe y vive con la
honestidad como brújula. Su opera prima podría haber sido un libro de cuentos,
una recopilación de entradas del diario que escribe desde hace años, un
poemario o una recopilación de reseñas de cine (Javier es un cinéfilo
impenitente), pero ha optado por una selección de textos sobre los libros “que
le han motivado a escribir”, como el mismo autor subraya en el prólogo. Algo
así como un canon literario inevitablemente incompleto, ya que se ha quedado
fuera mucho material por falta de espacio. Estos artículos han ido apareciendo
durante los últimos seis años en publicaciones digitales como La Galla Ciencia,
Mundiario o Frutos del tiempo y, según confiesa el mismo autor, son lecturas
“que me han producido un sentir cercano a la devoción”.
Cuando
terminé de leer Los libros que me habitan
me vino a la mente la frase de François Mauriac que Federico García Lorca
utilizara como título para una de sus conferencias: Dime lo que lees y te diré quién eres. También recordé el
neologismo “biografema” inventado por el semiólogo Roland Barthes, quien
sostenía que se puede rastrear la biografía de un autor a través de sus propios
libros, pues este siempre deja en su escritura una serie de destellos
biográficos que conforman algo así como “una historia pulverizada”. Digo esto
porque Javier traza un autorretrato involuntario en este libro, no solo a
través de los autores y libros escogidos, también por los pequeños retazos
autobiográficos insertados en los textos a modo de cuña evocadora (hay
recuerdos e incluso confesiones), así como por las breves opiniones y
partículas críticas que contienen indicios de la visión estética del autor y de
su concepción de la vida. Es por eso que no podemos leer estos textos como
meras reseñas literarias, pues no lo son. La reseña literaria surgió con el
auge del periodismo cultural y de alguna manera siempre ha estado vinculada a
la industria del libro. Javier se desvincula por completo de la ortodoxia
exigida a una reseña, pues omite en la mayoría de los textos, datos que le
parecen accesorios, irrelevantes o poco sustanciales para lo que él quiere transmitir,
como son el nombre de la editorial y del traductor (si el libro no está escrito
en español), la fecha de edición, etc. Tampoco se pueden considerar ensayos
pues no son muy extensos y carecen de referencias bibliográficas y del
idiolecto especializado propio de este género literario. Me atrevo a afirmar
que estos comentarios (así los llama el propio autor) pertenecen a un género
mestizo, ya que surgen del acoplamiento del artículo o reseña literarias, la
entrada de diario (muchos de los textos tienen su germen e incluso su
desarrollo en las páginas del diario del autor) y el ensayo breve.
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