lunes, 18 de junio de 2018

Acto de presentación de El fuego del mar


José Luis Zerón, Mª Engracia Sigüenza y Mateo Marco Amorós

Caen los versos / como polen / sobre el estruendo del mundo. Son versos que cierran el sólido poemario de María Engracia Sigüenza Pacheco que presentamos, titulado El fuego del mar, editado por Celesta, prologado con acierto por José Luis Zerón Huguet.
Sobre el estruendo del mundo se precipitan los versos.
Afortunadamente, tenemos que añadir. Y caen como polen. Un polen terapéutico por impregnarnos de poesía en este mundo excesivo de ruidos. Curándonos. Y como poesía fiel a la poesía, las palabras nos sanan y salvan por preciosas y precisas. Palabras especialmente necesarias en estos días en los que se consume una primavera húmeda y rara. Primavera al cabo. Pero versos que también servirán para toda estación de la vida con sus veranos cálidos y pesados. Con sus otoños de soledades y desnudeces. Con sus inviernos fríos.
Los que somos y nos sentimos del otoño nos veremos muy reflejados en un poema de El fuego del mar titulado "Otoño". Un magnífico poema, para no obstante, como hemos dicho del poemario en general, para toda estación de la vida.
Uno agradece esta polinización poética –decíamos– que nos concilia con las palabras oportunas, explicativas de los momentos eternos. Palabras preciosas y precisas –también hemos dicho–, necesarias para decirnos lo esencial.
Esto es lo que uno, más lector que poeta, humildemente pide a los versos. Precisión frente a nuestro hablar cotidiano. Utilidad y tino frente al decir usual excesivamente tópico, decir usual excesivamente convencional. Decir usual que por tópico y convencional, resulta inútil para explicarnos lo fundamental, inservible para explicarnos a nosotros mismos. Defectuoso para conocernos, para saber qué somos. No así las palabras transformadas en poesía que nos trae María Engracia Sigüenza en su libro.
     El fuego del mar se nos presenta en tres fracciones: "El espíritu de Gea", "Atenea y las Musas" y "La mirada de Cronos".
En la primera fracción –así lo confiesa la autora– la naturaleza, la vida y el amor sugieren las composiciones.
En la segunda, manda la inspiración inducida por el arte, por las artes: la música, la literatura, la pintura... Es esta sección, en gran parte, un honrado homenaje a los creadores. Leyéndola, nos ha traído a la memoria –y salvemos las distancias que haya que salvar– la magnífica obra de Daniel J. Boorstin titulada, precisamente, Los creadores. Al cabo somos herederos de todo lo precedente. Y lo precedente legatario de una eternidad. Pero para llegar a este homenaje que rinde la poeta en "Atenea y las Musas" es preciso desprenderse de vanidades y ver en el legado de los demás, en lo que nos sugieren las sabidurías de los otros, las respuestas que buscamos. Así, en esta segunda parte María Engracia se desprende agradecida a sus "musas", en cada poema, en cada verso.
El tercer apartado, aun teniendo presente la inquisitiva e inevitable mirada de Cronos –del Tiempo y la muerte– resulta balsámico. Tiempo escrito con mayúscula como en el poema "Crepúsculos". Escrito con mayúscula como de pequeños nos enseñaron a escribir la palabra Dios. Dice la autora con una ternura brutal, insisto con una ternura brutal, que son reflexiones sobre el tiempo y la necesidad de reconciliarme con la muerte mirándola sin miedo en los ojos de la vida.
Hemos dicho conscientemente ternura brutal y lo hemos repetido y lo repetimos –ternura brutal– para jugar como juega con sagacidad Sigüenza Pacheco, en todo el libro, con conceptos opuestos. En ocasiones aparentemente opuestos. Conceptos opuestos –oxímoron dicen los analistas del lenguaje figurado– y también paradojas, que más que contrariar reafirman la idea que pretenden transmitir:
—Aurora y ocaso.
—Vivir muriendo.
—Perdedores invictos.
—Caos del universo versus orden de la vida.
—Fragilidad de los mortales versus poder de los dioses.
—grito mudo
—Realidad o sueño, / certeza o anhelo.
—Bálsamo o revulsivo / (...) huracán que sosiega.
—la salud de los enfermos.
—"Los recuerdos del porvenir".
—Heridas que curan.
O esa paradoja que cierra el poema magistral y misterioso titulado "La visita", dedicado a su hermana. Poema magistral y misterioso, insisto:
y regreso al mañana.
O el vivir muriendo. En "Vivir".
Como en otro titulado "Tú y yo" se enfrentan:
—vida y muerte
—dicha y pena
—sombra y luz.
Oxímoron y paradojas y más paradojas, especialmente, en el titulado... "Paradojas":
(...) corazones de fuego / creciendo en una tierra polar, / (...) palpitar de las flores / en los jardines de hielo. // (...) crepúsculos
Conceptos aparentemente opuestos pero que reafirman la idea que pretenden transmitir. Y concilian la diversidad. Y la embellecen. Versos –recordamos– que caen como polen / sobre el estruendo del mundo.
Afortunadamente.
Versos plenos de hermosuras.
Sirvan de ejemplo los escritos en "Amor":
y el faro de la luna / iluminó sus vidas.
O el que se escribe en "Todo":
la explosión de sol de los girasoles.
O...
tejeremos el tapiz sagrado del recuerdo, que se dice al final del titulado "Luchas".
O... el gran piano del mar. Ésto en el titulado "Euterpe".
O ese magnífico verso abierto con el que termina "La Medusa":
Pero algunos días eran luminosos...
Y qué decir de esos versos finales del poema "Tu recuerdo" dedicado –como todo el libro– al padre–:
Ahora debes alejarte, / debes regresar / al fondo de mi alma.

martes, 5 de junio de 2018

Publicación de El fuego del mar de María Engracia Sigüenza


Mª Engracia Sigüenza (Orihuela, 1963) es licenciada en Filosofía y Ciencias de la Educación, en la especialidad de Psicología, por la Universidad de Murcia. Trabajó en el campo de la psicología clínica, ha sido profesora de filosofía, y en la actualidad se dedica a la orientación educativa.
Ha participado en libros colectivos, antologías y exposiciones, publicado artículos y poemas en revistas como Cuadernos del matemático, Opticks magazine, Las afinidades electivas, Frutos del tiempo o minutocero.es, y resultado finalista y ganadora en concursos literarios. Autora de varias obras inéditas, publica ahora su primer libro, el poemario El fuego del mar.