Chus Arellano, Chema Nievas y Rafael González
Prólogo: De lo casi invisible
Tras
el cristal el mundo, escribe José
María Nievas, y es tras ese cristal o ese velo desde donde vislumbramos lo que ya no nos pertenece, lo que ya
no está aquí.
Pero hay maneras
de conciliarnos con ese cristal, de avanzar separando las finas láminas que
conforman el velo hasta llegar al hogar, a ese espacio que nos mantiene a salvo de la cordura: una especie de
tránsito, de desorden habitable que se nos revela como un hueco donde lo deseado
se ancla firmemente a la tierra. A una
tierra que, por otra parte, no nos
dejará solos cuando caigamos. La tierra no
me dejará solo /cuando caiga // barrerán
mis huesos de polvo / los días
venideros //
Tras
el cristal el mundo, los cuencos vacíos, la raíz
de los verbos, el incendio, la
lengua inmóvil, el miedo. La materia lágrima. El dolor se empequeñece bajo la hendidura o bajo los surcos de lo que ya no sabemos nombrar.
Quizá
es que nunca se fue / quizá es que el universo / no es más que un rincón / en su
cabeza //
Porque es
necesario el escollo para saber de la grieta,
de la palabra malherida, de las voces tullidas. Quizás éstas nunca vuelvan al corazón
alumbrado. Todas las palabras que vadean
el momento / terminan ahogadas // son
los restos del naufragio //
Pero no sólo lo
que ya no está o lo que ya no nos pertenece o lo que ya no sabemos nombrar aparece tras ese
cristal, también la luz, el bálsamo. Ráfagas que, como en las tormentas de William
Turner, nos muestran toda la belleza de lo que aún reside en la ceniza. De lo casi invisible.
Me dijeron tantas cosas // pero cuando destapé la herida / ya se habían ido //
Me dijeron tantas cosas // pero cuando destapé la herida / ya se habían ido //
Decía Roberto Bolaño
que la buena escritura es saber meter la cabeza en lo oscuro, saltar al vacío. José
María Nievas no sólo mete la cabeza sino que, además, se atreve
a abrir los ojos y mostrarnos, a través de ellos, las rugosidades, el azufre, los alambres, los epitafios –esa
nuestra otra mitad sangrante–
Ojos
en los ojos, quiero ver lo que dices //
Carmen Crespo
Chema Nievas en un momento del recital