jueves, 25 de marzo de 2021

Reseña sobre ...Del cielo bajan

Reseña en Cúmulos y limbos (Marzo-2021)

 (Más poesía: J.M. Triper y Luis Fermín Moreno)

Hay seres que ven el mundo con ojos poéticos. Juanjo Carracedo (gallego de Madrid, 1975) es uno de ellos. No es que escriba versos, que es algo que ya sabíamos, sino que entiende la vida a través de la poesía, como se puede comprobar en …Del cielo bajan (Celesta, 2021), su primer poemario publicado hace apenas dos meses. 


El título, cuenta Juanjo en la contraportada del libro, hace referencia al origen de “las ráfagas de amor y de muerte, de amistad y de tantos otros viajes” con las que se hace la vida. Parecen palabras mayores, de ésas que van de suyo con la poesía. Los versos de este libro hablan de ellas, y también de otras parecidas: soledad, anhelo, incertidumbre, angustia, esperanza… También –no podía ser de otra manera tratándose de un helenófilo- hay ecos clásicos y salpicaduras de referencias bíblicas. 

Pero Carracedo las transforma de una manera profunda y, sobre todo, personalísima para contar la vida cotidiana (el paso de los días, las tareas caseras o las clases en el instituto) con una sensibilidad que le hace captar momentos que la mayoría no somos capaces de ver. Valga como ejemplo este poema:

 

CLASE VACÍA EN VIERNES TARDE

Acabo de mirar a la izquierda 

y la ventana 

de siempre 

se mueve 

con unos versos ahora, 

con un cielo partido en dos luces, 

con una oración de tránsito 

al mundo 

de siempre

por atardecer 

para empezar el lunes 

de nuevo.  

 

Podrían parecer versos ensimismados, pero nada más lejos. Escribir poesía es asumir riesgos porque los poemas, si son sinceros, enseñan tus debilidades y te dejan desnudo frente al mundo. Juanjo es muy consciente de ello, y no se limita a hablar de sí mismo.

Los poemas están salpicados de un “tú” que interpela constantemente al lector. Un “tú” –singular o plural- al que a veces declara su amor y al que muestra sus dudas, su sed de conocimiento, su temor de quedarse a medias. Y en la palabra, en el encuentro con ese “tú”, que acaba convirtiéndose en un “nosotros”, encuentra su asidero:


SOLEDAD

Y si no hay espejos

arréglate con verte a medias

o a tres cuartos

con buena voluntad

arréglate igualmente

                            el pelo

que si llueve

cualquier charco es bueno

para hablarte de peinados

y ofrecerte un tú completo

Hasta que pueda yo volver a reflejarte.

 

CON NOSOTROS

Me estás oliendo 

a campo abierto 

y te me caes 

del cielo oscuro 

una noche cualquiera 

estás 

entre estas letras 

encendidas 

y entendidas en tu cuerpo 

están 

sentadas en el suelo con nosotros 

las canciones húmedas 

que dejaste 

en primavera… 

y me estás 

sabiendo a sueño.


Aunque nuestro poeta sabe que nunca quedará satisfecho. Y cierra el libro con esperanza, pero también con la aceptación de que la búsqueda no termina. Porque cada primavera tiene su Pascua, no hay más remedio que seguir escribiendo, obstinadamente:


PASCUA

Y ahora que el silencio 

de noche 

vuelve a oler a primavera 

no me huelen igual las manos 

tersas ya de un sol a voces. 

 

Lo cual augura, para nuestro deleite, poemas futuros. 

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