Rafael González, Carmen Crespo y José Manuel Vivas
Hablar
de Los labios quemados no es solo
hablar de lo carnal o lo sexual, sino de algo más. Uno, cuando se adentra en el
libro, se da cuenta de que en su lectura
va encontrando madejas que lo llevan o arrastran hacia otros lugares, hacia el
lugar.
En
una primera lectura de Los labios
quemados me encontré frente a un libro pleno de carnalidad, de sexualidad,
pero conforme me adentraba en él iban apareciendo pequeñas trazas, pequeñas
pistas que me decían al oído algo así
como esta cosa, Carmen, va de algo más. Al afrontar una segunda lectura, descubrí que
frente a lo carnal se imponía lo
amoroso, pero no solo lo amoroso, sino lo
espiritual. ¿Cómo lo logra Jose Manuel Vivas?
Pues con una serie de juegos, de confrontación. Hay una especie de dicotomía a lo largo de
estos labios quemados entre la carne y ese algo que podríamos llamar lo impalpable. De hecho es muy significativo que el libro,
con un título tan absolutamente lleno de
carnalidad, abra con un poema titulado El
amor, un poema que juega con esa dicotomía,
un poema en el que Jose Manuel Vivas nos lanza puentes para ir de un
lado a otro, de la carne a ese algo impalpable o de lo impalpable a la carne. Dice Jose Manuel Vivas en este poema:
El
amor se dibuja/se trueca,/se moldea impaciente/cuando pasan las estaciones, los
años…
donde
nos coloca del lado del amor, pero inmediatamente dice:
…no
alcanza los corazones/pero sí los vientres entregados,/las carnes
decenarias/las pieles circulares…
y
aquí nos lleva directamente a la carne.
Y así a lo largo de todo el poema, pero no solo del poema sino también
del libro, repitiendo este esquema como si de un fractal se tratase.
Otra
doblez muy importante también en el libro es la presencia del otro frente a la del yo poético. Ese otro que no solo deja su impronta en la
piel o en el vientre, sino también en lo que no podemos tocar, en lo
invisible: huella del amante que ya no
está:
Cuando
no había nada/aún quedabas tú/quedaba ese olor punzantes/en mi piel/que no se
evapora/ni disminuye/con tu ausencia.
(olor
punzante que no es más que ese algo impalpable del que hablábamos antes) frente
a ese yo que queda al otro lado
cuando se sucede la ausencia:
No
necesito tu piedad/ni tu complacencia/ni siquiera la compasión/con el amante
desposeído.
Y
volvemos a cruzar puentes de nuevo, a
pasar de la carne a esa cosa que no se
sabe qué.
Leer
a Jose Manuel Vivas y estos labios
quemados es descubrir a un poeta que se recrea en el verso limpio, pulido, sin sobresaltos. Es deslizarse por una poesía fugaz, ligera y
a la vez desconcertante que nos muestra no solo la carne del poema sino también
su pulso.
Carmen Crespo
Carmen Crespo y José Manuel Vivas en un momento de la lectura
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