Rafael González, Pepe Jesús Sánchez y Cristina Santamarina
Fragmento del Prólogo
Recomendar la lectura del
libro que lectora y lector tienen entre manos no es preciso; explicar innecesario
y desaconsejable. Sí merecidas alabanzas -ni de corte ni de aldea- y una
encarecida invitación a que quien lea Paseantes hoy de Pepe Jesús Sánchez haga un recorrido desde el principio, a fin de no perder el
rumor del río que sube en paralelo a sus variaciones, ni la brisa en el
ascenso. Tramo a tramo, partimos de algunos de sus versos/hitos, hits:
iguales aunque
variables
(XI), así
estos poemas dentro del caminar que
asume un “sujeto paseante” que no ha renunciado a la palabra. Igualdad en su
fluir, variación en el decir, desde el asombro y la serenidad que el lugar ameno
otorga, la identificación o extrañamiento de quien observa.
como
sujetos indiferentes a las cosas (XXXIX), también los animales son observados por el
caminante, que se deja afectar por ellos sin manierismos; así el planto al
perro Bobi, que se duplica en 2 tiempos -poemas XXI y XXV- nos cautiva, en un
tono que pocos poetas de la tradición elegiaca occidental han llegado a
alcanzar, y desde ya quisiéramos poner a dialogar con aquel del poema juanramoniano de Animal de fondo
al que da título su verso
final: “la caricia tranquila del
callado/en igualdad segura de expresión”. Segura la expresión y en igualdad
variable.
Humilla la
realidad en cada paseo al caminante (VIII). Somos
seres que dan cuenta de lo natural con mayor o menor artificio. Poniendo a
dialogar Paseantes hoy con esotra tradición oriental de escritura en
naturaleza, el haiku, nos parece oír: a veces es preferible el haiku que no se
escribe al que se escribe, y en esta medida, que lo que finalmente se escriba
no sea haiku; sí que quede el poso de esa actitud del haijin que viaja sin equipaje
ni comodidades: la sencillez, el deseo de transmitir sin metáfora ni excesiva
elaboración. También la rotundidad, esa que nos quita la venda para lo
esencial, loqueyaestabaahí.
el
rumor/venturoso del reguero en el /costado (XXII). Esa
época en que la rima aligeraba el cansancio del camino y daba ritmo a nuestro
paso, nos ponía a cantar despreocupados ya de la ruta a seguir, que en este
tramo la senda corre paralela al río. En toda época la musicalidad: cantarines
o el paseante que se despreocupa, deja de temer, su palabra de observador se
vuelve agua, fluye entre el cuerpo y la orilla del sendero. El poeta andarín y
el hallazgo de la expresión, que al volverse continuo, música.
Eva Chinchilla
Aspectos de la abarrotada sala Función Lenguaje
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