jueves, 10 de marzo de 2016

Reseña de Leves alas al vuelo de Rafael González Serrano





La figura de Rafael González Serrano supone desde hace años un saludable ejemplo de generosa dedicación a la poesía al margen de los circuitos oficiales, como editor al frente de la editorial Celesta, como bloguero (su blog De turbio en claro está dedicado exclusivamente a la poesía) y como poeta y traductor. Leves alas al vuelo es el sexto poemario publicado por Rafael González, precisamente en la elegante editorial Celesta. Es un libro de carácter híbrido en el que conviven el poema, el aforismo y el fragmento en prosa, pero no incurre en la incoherencia o en la dispersión. Muy al contrario, es un conjunto conexo cimentado en la brevedad, el virtuosismo formal, el lenguaje plástico y la voluntad analítica. El discurso breve no naufraga en un minimalismo descarnado, ni en una sobriedad abrupta, ni es un esencialismo espurio. En este libro no hay lugar para lo superfluo, pero si para la belleza, que se presenta en fogonazos esplendentes que iluminan el mapa reflexivo. En la fugacidad se instaura la belleza, escribe el autor. A esto hay que añadir una precisión en el lenguaje que convierte en aparentemente sencillo lo más complejo.
El contenido del libro está sintetizado en la aliterada sutileza de las cuatro palabras que conforman el título: levedad formal y búsqueda, indagación y revelación a través de un vuelo metafórico que se alcanza con la precisión del esfuerzo, la fuerza de la elocución y la insobornable voz lírica.
Leves alas al vuelo se compone de cuatro epígrafes que llevan por título Breverías, Duinos, Aladas y Aporismos. Son cuatro partes aparentemente distintas, pero, como decía, conectadas por el código de extrema sencillez y exactitud y la íntima alianza entre reflexión y lirismo presente cada una de las páginas de este volumen.
En el primero encontramos un conjunto de poemitas a modo de haikus, pero como bien apunta el autor no entrarían estricto sensu en esta categoría, pues su temática es plural y no exclusivamente referida a la naturaleza. Aquí encontramos deliciosas pinceladas aforísticas que abarcan el detalle nimio y humilde que nace de un buceo en la raíz del acontecer (Cae la lluvia,/todo semeja ser gris./ Es el otoño. O La luna baña/ un cortejo de sombras;/luego se marcha), la elegía personal (Los días sufren/ de sus noches resacasde amor concluso. o Una rosa de/olvido se marchita/ en tu memoria), la peripecia reflexiva de corte pesimista (Llegar tarde a/ la cita con la muerte:/ ardid inútil. O De las armas de/ metal resta sólo su/mellado filo), la urdimbre humanizadora del amor (Nos fundimos en/ un tiempo transversal: yo,/tú, el abrazo. O La incógnita de/ tu ecuación se resuelve/ en tus caderas), el vuelo lírico que admira lo vivo (La luciérnaga/luce entre las estrellas./ Su luz contemplo. O Las flores sueñan/con mundos renacidos/ en primavera) y la pirueta paradojal (en la tormenta/ se funda la fuerza que/ trae la calma. O En un segundo/ se condensan cristales/ de eternidades).
El segundo epígrafe lleva un título que nos remite a las célebres elegías de Rilke por su carácter elegíaco. Siguiendo con la brevedad, los Duinos son poemas de dos versos isosilábicos que no entrarían en la definición típica de lo que es un pareado o un dístico y tienen mucho en común con el epígrafe anterior por el contenido aforístico, un tono pesimista y un sistema de símbolos relacionados con la soledad, la pérdida, el dolor y la consumición, pero sin llegar a la desgarradura ni al grito desesperado, pues en oposición a este panorama sombrío se alza en todo el libro un deseo ferviente de vida, y muchos de los símbolos de muerte y destrucción, como el fuego, tan basal en la obra de Rafael González, también representan la regeneración, la esperanza y la vitalidad Todo fluye en estos versos sin estridencias ni altibajos, con una delicada belleza no exenta de rotundidad y una inusual armonía.
Las aladas que conforman el tercer epígrafe, son quince composiciones de versos cortos y rítmicos que se diferencian de los textos reunidos en las demás secciones, sobre todo porque destilan una emoción menos concentrada, una mayor tensión metafórica y una expresión más sensual. El contenido resulta en ocasiones críptico No obstante son poemas de una belleza convulsa que surgen de una derrota del aliento/sobre un cristal/ de espejismos, y una epifanía/de secretos/, una celebración/ en el límite.
Por último, la sección que cierra el libro titulada aporismos, acoge textos en prosa a modo de máximas. Como indica el título, están cercanos a la paradoja, a la contradicción, a la dificultad lógica, y expresan un combate entre elementos contrarios, por ejemplo leemos en una máxima: En cualquier lucha que iniciemos, por el hecho de participar en ella, somos perdedores de antemano. Y a continuación: solo quien anhela vence aún en la derrota. En suma, hay un sustento reflexivo que no renuncia al lenguaje lírico. Aquí el discurso es tan especulativo como explícito, tan contundente y sentencioso como elíptico. Y también es más denso.
Leves alas al vuelo es un libro bello, rico, complejo y valiente. Hay en sus páginas un conflicto continuo entre el chispazo azaroso o intuitivo y la reflexión sobre el deseo, la identidad, la incertidumbre, el temor, el amor con sus maravillas y desastres, el paso del tiempo, en suma, la vida y la muerte; pero el autor no se erige en portavoz del dolor y la desolación y solo traza con nitidez una forma de entender el mundo cercana al estoicismo desde formas estilizadas que no renuncian a la plenitud y el misterio (si se abre bien los ojos en la noche se nos revelará lo que mil soles no pueden mostrarnos), porque La brevedad/ intenta rescatar/ lo inevitable
José Luis Zerón Huguet

Enlace a página original: https://frutosdeltiempo.wordpress.com/2016/01/23/leves-alas-al-vuelo-de-rafael-gonzalez-serrano-por-jose-luis-zeron-huguet/

miércoles, 2 de marzo de 2016

Reimpresión de Paseantes hoy de Pepe Jesús Sánchez


Gracias a la magnífica acogida dispensada por los lectores que ha hecho que la primera edición, y posteriores tiradas, se hayan agotado, reimprimimos el libro de Pepe Jesús Sánchez Paseantes hoy. Deseamos que se sumen nuevos lectores amantes de la poesía que sigan disfrutando de los emocionados versos de tan exitoso autor.

jueves, 11 de febrero de 2016

Publicación de Cruzar el cielo de Ada Soriano


Ada Soriano nace en Orihuela en 1963. Dedicada desde temprano a la actividad cultural, fue codirectora de la revista de creación literaria Empireuma y colaboradora asidua de la revista socio-cultural La Lucerna.
Ha publicado las plaquetas Anúteba (1987) y Alimentando lluvias (2000), así como los libros de poemas Luna esplendente o sol que no se oculta (1993), Como abrir una puerta que da al mar (2000), Poemas de amor (2011) y Principio y fin de la soledad (2011). Cruzar el cielo es, por tanto, su quinto poemario extenso que ve la luz. Ha sido incluida en varias antologías; y poemas suyos han sido traducidos al inglés o al rumano.

martes, 26 de enero de 2016

Reseña de Leves alas al vuelo de Rafael González Serrano

Reseña en La Galla Ciencia
(viernes, 22 de enero de 2016)

LEVES ALAS AL VUELO
Rafael González Serrano

Editorial Celesta,
colección Piel de sal. Madrid, 2015.

La figura de Rafael González Serrano supone desde hace años un saludable ejemplo de generosa dedicación a la poesía al margen de los circuitos oficiales, como editor al frente de la editorial Celesta, como bloguero (su blog De turbio en claro está dedicado exclusivamente a la poesía) y como poeta y traductor. Leves alas al vuelo es el sexto poemario publicado por Rafael González, precisamente en la elegante editorial Celesta. Es un libro de carácter híbrido en el que conviven el poema, el aforismo y el fragmento en prosa, pero no incurre en la incoherencia o en la dispersión. Muy al contrario, es un conjunto conexo cimentado en la brevedad, el virtuosismo formal, el lenguaje plástico y la voluntad analítica. El discurso breve no naufraga en un minimalismo descarnado, ni en una sobriedad abrupta, ni es un esencialismo espurio. En este libro no hay lugar para lo superfluo, pero si para la belleza, que se presenta en fogonazos esplendentes que iluminan el mapa reflexivo. En la fugacidad se instaura la belleza, escribe el autor. A esto hay que añadir una precisión en el lenguaje que convierte en aparentemente sencillo lo más complejo. El contenido del libro está sintetizado en la aliterada sutileza de las cuatro palabras que conforman el título: levedad formal y búsqueda, indagación y revelación a través de un vuelo metafórico que se alcanza con la precisión del esfuerzo, la fuerza de la elocución y la insobornable voz lírica.
Leves alas al vuelo se compone de cuatro epígrafes que llevan por título Breverías, Duinos, Aladas y Aporismos. Son cuatro partes aparentemente distintas, pero, como decía, conectadas por  el código de extrema sencillez y exactitud y la íntima alianza entre reflexión y lirismo presente cada una de las páginas de este volumen.
En el primero encontramos un conjunto de poemitas a modo de haikus, pero como bien apunta el autor no entrarían estricto sensu en esta categoría, pues su temática es plural y no exclusivamente referida a la naturaleza. Aquí encontramos deliciosas pinceladas aforísticas que abarcan el detalle nimio y humilde que nace de un buceo en la raíz del acontecer (Cae la lluvia,/todo semeja ser gris./ Es el otoño. O La luna baña/ un cortejo de sombras;/luego se marcha), la elegía personal (Los días sufren/ de sus noches resacas/ de amor concluso. o Una rosa de/olvido se marchita/ en tu memoria), la peripecia reflexiva de corte pesimista  (Llegar tarde a/ la cita con la muerte:/ ardid inútil. O  De las armas de/ metal resta sólo su/mellado filo),  la urdimbre humanizadora del amor (Nos fundimos en/ un tiempo transversal: yo,/tú, el abrazo. O La incógnita de/ tu ecuación se resuelve/ en tus caderas), el vuelo lírico que admira lo vivo (La luciérnaga/luce entre las estrellas./ Su luz contemplo. O Las flores sueñan/con mundos renacidos/ en primavera) y la pirueta paradojal (en la tormenta/ se funda la fuerza que/ trae la calma. O En un segundo/ se condensan cristales/ de eternidades).
El segundo epígrafe lleva un título que nos remite a las célebres elegías de Rilke por su carácter elegíaco. Siguiendo con la brevedad, los Duinos son poemas de dos versos isosilábicos que no entrarían en la definición típica de lo que es un pareado o un dístico y tienen mucho en común con el epígrafe anterior por el contenido aforístico, un tono pesimista y un sistema de símbolos relacionados con la soledad, la pérdida, el dolor y la consumición, pero sin llegar a la desgarradura ni al grito desesperado, pues en oposición a este panorama sombrío se alza en todo el libro un deseo ferviente de vida, y muchos de los símbolos de muerte y destrucción, como el fuego, tan basal en la obra de Rafael González, también representan la regeneración, la esperanza y la vitalidad Todo fluye en estos versos sin estridencias ni altibajos, con una delicada belleza no exenta de rotundidad y una inusual armonía.
Las aladas que conforman el tercer epígrafe, son quince composiciones de versos cortos y rítmicos que se diferencian de los textos reunidos en las demás secciones, sobre todo porque destilan una emoción menos concentrada, una mayor tensión metafórica y una expresión más sensual. El contenido resulta en ocasiones críptico No obstante son poemas de una belleza convulsa que surgen de una derrota del aliento/sobre un cristal/ de espejismos, y una epifanía/de secretos/, una celebración/ en el límite.
Por último, la sección que cierra el libro titulada aporismos, acoge textos en prosa a modo de máximas. Como indica el título, están cercanos a la paradoja, a la contradicción, a la dificultad lógica, y expresan un combate entre elementos contrarios, por ejemplo leemos en una máxima: En cualquier lucha que iniciemos, por el hecho de participar en ella, somos perdedores de antemano. Y a continuación: solo quien anhela vence aún en la derrota. En suma, hay un sustento reflexivo que no renuncia al lenguaje lírico. Aquí el discurso es tan especulativo como explícito, tan contundente y sentencioso como elíptico. Y también es más denso.
Leves alas al vuelo es un libro bello, rico, complejo y valiente. Hay en sus páginas un conflicto continuo entre el chispazo azaroso o intuitivo y la reflexión sobre el deseo, la identidad, la incertidumbre, el temor, el amor con sus maravillas y desastres, el paso del tiempo, en suma, la vida y la muerte; pero el autor no se erige en portavoz del dolor y la desolación y solo traza con nitidez una forma de entender el mundo cercana al estoicismo desde formas estilizadas que no renuncian a la plenitud y el misterio  (si se abre bien los ojos en la noche se nos revelará lo que mil soles no pueden mostrarnos), porque La brevedad/ intenta rescatar/ lo inevitable.

viernes, 8 de enero de 2016

Reseña de Leves alas al vuelo de Rafael González Serrano


   
Podríamos decir que el formato breve es hijo de la hiperlucidez, o, al menos, que tal técnica de escritura pareciera asegurar efecto semejantes en sus productos por la mera disposición formal. Lo espectacular de su efecto - certeza y rapidez -  reside en esa colaboración tan esplendente  entre forma y contenido incidiendo uno sobre el otro en una fusión impresionadora: el fogonazo verbal.  
Rafael González Serrano aprovecha estas “ventajas previas” para intentar multiplicarlas, conocedor, también, de que lo breve no excluye la densidad.  
El reiterativo epígrafe , leves alas al vuelo, nos ofrece un muestrario de formas breves –dísticos, haikús, aforismos, poema cortos– cuyo pulimento métrico refuerza y confirma la unidad conceptual del libro.
Toda poesía es trabajo formal y Rafael González Serrano recurre al empleo de la métrica rigurosa para asegurar la redondez del libro, el trazado de la “virguería” poética.
Lo que cabría preguntarse cuando la cuestión técnica resalta de modo especial en una obra literaria es si el producto final confirma a través de su calidad, tal presunto dominio.
Rafael González Serrano consigue con regularidad un nivel, pero los hallazgos y revelaciones hay que buscarlos en el curso de estas repeticiones formales, pues hay que admitir que el mero y diestro empleo del formato breve no asegura porque sí una infalibilidad del pensamiento o la ejecución del haikú inolvidable.  
Leves alas al vuelo se lee con gusto y ritmo, y si la lectura es recolectora de cualidades, podemos encontrarnos, por ejemplo,  con cierto uso común de la paradoja: la suerte es un azar buscado; con la complicada verificación: En el fanatismo habita la cruel locura que, al domesticarse, deviene satisfecha creencia; con la gracia poética: a dos pasos del /deseo, una daga/vuelta amapola; con la precisión casi matemática del sueño: en los perdidos edenes del estío/ se extravía la memoria del ahora. 

miércoles, 9 de diciembre de 2015

Publicación de Medulas y ceniza de Francisco de Quevedo



Don Francisco de Quevedo y Villegas nace en Madrid en 1580. Su padre fue secretario de la princesa María, hija de Carlos V, y luego de Ana de Austria, cuarta esposa de Felipe II. Estudió en el colegio de los jesuitas de Madrid. Cursó estudios de lenguas clásicas, italiano, francés y filosofía en la Universidad de Alcalá. Posteriormente se trasladó a la corte en Valladolid. Retorna a Madrid en 1606, iniciando una gran actividad literaria. Escribe entonces varios de sus Sueños
En 1610 conoce al duque de Osuna, y con él entabla una estrecha amistad. Nombrado aquél virrey de Sicilia, le invita a acompañarle. En Sicilia comienza su carrera política, siendo el brazo derecho del duque. Tras el fracaso de la empresa en Venecia, Quevedo tuvo que regresar a Madrid, y fue desterrado a la Torre de Juan Abad en 1620.
Con Felipe IV en el trono, ascendió al poder el conde-duque de Olivares. Trata de ganarse el favor del valido, y de vuelta en Madrid, le dedica su Epístola satírica “No he de callar, por más que con el dedo…”. Llegará a gozar de su amistad.
En 1626 se publica en Zaragoza el Buscón. Irán apareciendo obras como Política de Dios, gobierno de Cristo y tiranía de Satanás (1626), o los Sueños ya completos. En 1634 se casó con doña Esperanza de Mendoza, aunque el matrimonio sólo duró hasta 1636. Entre 1635 y 1639 vivió en la Torre dedicado a sus escritos.
Se le acusó de haber redactado el famoso memorial dirigido al rey “Católica, sacra, real Majestad…”–aunque él siempre negó haberlo hecho–, y fue apresado y encarcelado en el convento de San Marcos, en León, en 1639. No obtendrá la libertad la libertad hasta 1643. Con la salud muy maltrecha se trasladó a Villanueva de los Infantes. Allí muere en 1645. 

jueves, 22 de octubre de 2015

Publicación de Leves alas al vuelo de Rafael González Serrano


Rafael González Serrano nació en Madrid, ciudad donde realizó sus estudios universitarios. Aparte de su actividad docente, ha escrito poesía, novela, artículos sobre obras de poetas del siglo XX (habiendo traducido a alguno); además, desde hace unos años, se dedica a la edición de textos de creación literaria.
Ha publicado los siguientes poemarios: Presencias figuradas (2006), Manual de fingimientos (2008), Insistir en la noche (2010), Mapa del laberinto (2011) y Fragmentos de la llama (2014). Leves alas al vuelo es su sexto libro de poemas editado. Es autor de la novela Siempre la feria (2012); también ha traducido a Valéry y Cummings, y editado a Quevedo. Tiene el blog sobre poesía De turbio en claro

martes, 8 de septiembre de 2015

Reseña de Fragmentos de la llama de Rafael González Serrano

(lunes, 7 de septiembre de 2015)

FRAGMENTOS DE LA LLAMA, de RAFAEL GONZÁLEZ 
por Amparo Arróspide




FRAGMENTOS DE LA LLAMA
RAFAEL GONZÁLEZ SERRANO

Celesta, Colección Piel de sal, 2014





Hay poemas para ser leídos en voz baja, como quien en un pozo de aguas prístinas se interroga a sí mismo en su imagen reflejada, buscando, y hay poemas, por tanto, que conllevan una reflexión sobre sí mismos, que son una continuada auto-reflexión del acontecer mismo de sus líneas sobre la página, ceniza de una fogata, de una conflagración. Así los de Fragmentos de la llama, la llama de la vida, la memoria del poema y del poeta. Son estos muy conscientes de su naturaleza efímera, fruto de la devastación de una experiencia vital   -pero también de su nacimiento, clímax y  decadencia- amorosa y testimonio del explorarse del lenguaje.
Otras  huellas de la inter e intra-textualidad se multiplican desde el inicio, al anunciarse por ejemplo Fragmentos de la llama como un manuscrito hallado, de autor anónimo, sin referencia específica a lugar o tiempo salvo en su última sección o carpeta, “Fragmento (¿Epílogo?)”, que contiene un único poema fragmentos de un discurso abierto (1)A partir de este eslabón  se reanuda la lectura circular, donde al acabamiento de “Memoria clausurada” -la primera sección-  le sucede una ceremonia nupcial entre autor y lector, implicado este en la experiencia que se revive a la distancia de un eclipsarse los elementos crudos de la memoria. Por otra parte, al entrar el lector en el juego del manuscrito hallado, se otorga realidad a ambos autores, a tal punto que podremos descreer del autor explícito-editor (2) al asegurarnos que ha respetado escrupulosamente el material literario hallado.
Las cinco secciones de Fragmentos… fueron supuestamente tituladas por el autor explícito y comprenden respectivamente ocho, nueve, diez, nueve y nueve poemas.  Añadido a ellas, y extraño al resto, el “Fragmento (¿Epílogo?)”.
“Memoria clausurada” -primera sección- comienza declarando el final, que la vivencia yacerá en el olvido, los poemas son cenizas de pasos que se borran aunque hayan desfilado (y para el lector explicito, vayan a desfilar) en un ámbito de siglos paralelos, un dominio sin sonidos. Se dice adiós, se ha dicho adiós, un adiós de clausura, porque ya no habrá besos sobre las piedras. Son así los poemas un cementerio de tactos rígidos donde se pudre el cadáver de un beso y la chatarra de las caricias se oxida. Todo es un muladar de sexo muerto y también de amor suicida.  Como si al manifestarse en texto parte del discurso pre-verbal que lo suscita, la experiencia erótica concluyera por segunda vez y definitivamente. Una y otra vez se nos presenta en esta sección un paisaje de decadencia, de muerte del abrazo en cuanto rito erótico, en una auto-reflexión elegíaca. Pero con el óbolo en la lengua se interna el autor en el  Aqueronte de nieblas. A vivir otras vidas, tras beber de las aguas del olvido.
En la segunda sección, “Distancia sobre el eclipse”, del texto surge un destinatario, un tú a quien se advierte que estamos ante las fantasías de un loco sin memoria,  autor de una  carta inexistente que/ni siquiera se sabe a quién se escribe.  El yo lírico se sabe fingidor, el poema se sabe mensaje tendido sobre la distancia hacia otros náufragos de sí mismos y canta lo perdido como si no habitara ya una galaxia remota. El tú ambiguo se perfila en “Ausencia” como el de la amada, una sombra más que se persigue, que se ha eclipsado y cuya ausencia se abraza. Con plena conciencia del vacío y del empeño inútil del recuerdo, se evocará y volverá a celebrarse la pasión, la fugaz fusión de los volcánicos amantes. Si cabe referirse a un discurso pre-verbal que es la estructura profunda inobservable y a un texto o mensaje que es la estructura superficial observable, y una solamente de las infinitas actualizaciones de este, se inicia aquí para los lectores el despliegue de la vivencia erótica manifiesta.
Como anunció el poema del “¿Epílogo?”, entre las evocaciones del rito amoroso  hay áreas de descanso para la contemplación del mundo ajeno a los amantes –un cerezo con sus brazos alzados que mira con sus hojas o un patio donde la luz juega con los visillos o la constatación de la ausencia encarnada en unas sillas vacías…
Si en la lectura nos acompañase Harold Bloom,  destacaría  el modo en que en el juego de máscaras y simulaciones el autor apócrifo se enfrenta a sus precursores literarios -a sus influencias- o los asimila desviándose de ellos o complementándolos en la masa verbal o integrándolos en las atropías de sintagmas. Así se percibe en las secciones siguientes “Mesetas (Tras las laderas)”, “Fuegos (Ara y cima)”, y “Ojos del asombro”, que componen un despliegue de recursos en la mejor tradición de la lírica erótica clásica,  desde Petrarca, Boscán, Góngora, Quevedo y Lope hasta Salinas y otros contemporáneos. Metáfora, metonimia, hipérbaton, disyunción, paronomasia, aliteraciones, oxímoron, antítesis, paralelismos, entre otros, sabiamente utilizados y sustentando el movimiento irracional del eros.

(1) fragmentos de un discurso abierto,/un discurso semiótico/fracturado/mestizado de estilos/de las impurezas/en las oraciones bastardas- (p.79)
(2)  he decidido darlos a la imprenta organizados tal y como sigue en varias secciones. Aparte del título de cada una, sólo he introducido algún pequeño cambio en el orden de los poemas; o realizado la corrección de alguna errata evidente. Lo demás, es obra del autor.
Amparo Arróspide

sábado, 25 de julio de 2015

Últimas publicaciones de la temporada


Presentamos reunidas en esta entrada las últimas publicaciones de la temporada que finaliza. Agradecemos una vez más a nuestros autores y lectores la confianza depositada en Celesta. A partir de septiembre volveremos con nuevas publicaciones: deseamos que de nuevo despierten vuestro interés.

miércoles, 15 de julio de 2015

Concluyendo: Lectura de John Donne

Jorge Sánchez recitando a Donne

Del Prólogo

El autor más destacado de la corriente metafísica, considerado el mejor poeta inglés del siglo XVII, era capaz de expresar magistralmente las contradicciones de la vida, conjugando la pasión y la razón, el ingenio y la seriedad, la lujuria y el amor divino, el tratamiento de asuntos triviales y sublimes.
El  poeta que escribió entre el final de la época isabelina y el período jacobino, el filósofo que duda y reflexiona sobre las paradojas de la existencia o la esencia del espíritu, el amante, a veces morboso y libertino, otras fiel o sufridor, el dandy al que todas las miradas se dirigen, el clérigo que sirve a Dios, que escribe sermones, epigramas (expresión de un solo pensamiento festivo o satírico utilizando el ingenio),  epístolas (cartas) y epitalamios (cantos de boda) son en realidad la misma persona.

lunes, 22 de junio de 2015

Acto de presentación de Farolas


Rafael González, Arturo Rodríguez-Segade y Johao Lozano.

Un secreto a voces clama en la ciudad. Las aceras se hayan infestadas de azarosas farolas. Tienen vida propia.
Ya se han cansado de ocultar su destino. La farola es la cárcel de la luz. Una función social, su modo de redimir una condena, quién sabe si justa o no. No hay resquicio que pueda salvarse.
La noche ha perdido su poder insaciable. Dónde descansa el silencio convertido en la más pura oscuridad. Las farolas (las luces) lo inundan todo.
Los versos cobijan aleatorias farolas que prenden luz, recuerdo y sentido, a tantas y tantas farolas que suplican una segunda oportunidad. La farola significa devolverle el favor al mundo que dañaron. Pagar el peaje de su castigo primero. Ya no hay tregua.
A lo largo del poemario, las farolas asoman suplicando clemencia. Iluminando los versos, tal vez afortunados, tal vez caóticos, perdidos a vuelapluma en un papel que no tiene otro sino que aceptar que ésas y no otras, son sus líneas. Tendrá que defenderse a capa y espada, reivindicar su farola, echarla de menos en caso de que no aparezca citada. Imaginarla y afirmar ciegamente: mi verso también tiene su farola.
Me gustaría poder afirmar que existe un orden coherente, un impulso medido en segmentos y títulos diferenciados. "farolas" es un poema grande o cuarenta pequeños. Me gustaría poder decir que todas las farolas aquí presentes, iluminan un claro y contundente verso, unas palabras necesarias, un hecho que no pudo ser de otra manera. No me gustaría tener que reconocer que las farolas no son más que una escusa irremediable. 
 Johao Lozano (apócrifo)

domingo, 24 de mayo de 2015

Publicación de Farolas de Arturo Rodríguez-Segade





Arturo Rodríguez-Segade nace en Madrid en 1991. Tras estudiar el grado en Derecho en la Universidad Autónoma de Madrid, obtiene el master de acceso a la profesión de abogado en el Ilustre Colegio de Abogados de Madrid. Ha realizado estudios de inglés en Cardiff y el voluntariado docente en una asociación de la cual es, en la actualidad, presidente. El poemario que ve la luz ahora, Farolas, es el primero publicado por su autor, el cual lleva a cabo también una labor de creación literaria en un blog cuyo nombre es http://www.cierroparentesis.com.

domingo, 3 de mayo de 2015

Publicación de Aire y ángeles de John Donne



John Donne (1572-1631) nació en Londres, en el seno de una familia católica. Tras estudiar leyes, fue elegido secretario de Sir Thomas Egerton, con cuya hija se casó en secreto. Cuando fue descubierto pasó un tiempo en prisión, y posteriormente trató de ganarse la vida como abogado. Sus logros literarios de esta época incluyen Poemas Divinos (1607) y Biothanatos (1608), un trabajo sobre el derecho a elegir la propia muerte. En 1615 se ordenó sacerdote anglicano y seis años después fue nombrado deán de la catedral de San Pablo. Entre sus obras en prosa se encuentran Devociones para ocasiones emergentes (1624) y, ya póstumos, Cincuenta sermones (1649) y Paradojas, problemas, ensayos y personajes (1652). Sus poemas fueron publicados después de su muerte en una edición preparada por su hijo en 1633. Proponen una ruptura de los tópicos amorosos gracias al uso del ingenio y de imágenes y metáforas extendidas tomadas del arte, la filosofía y la religión, que suponen un reto para el lector.

miércoles, 1 de abril de 2015

Presentación oficial de Los labios quemados


José Manuel Vivas y Miguel Ángel Navarro 

Cuantas veces  nos hemos preguntado ¿Qué es la poesía? Es una pregunta eterna, con miles de respuestas, y una de ellas es la que he ideado hoy para esta presentación.  Para ello me voy a apoyar en otra pregunta  ¿Qué es la palabra? Y lo vamos a hacer mediante un ejemplo. Una de las palabras nombrada de forma más coincidente en las  diversas lenguas indoeuropeas: griego, latín, lenguas germánicas y románicas, es la palabra rosa, ross, rosae, y a pesar de coincidir millones y millones de personas a lo largo de la historia  en cómo nombrar el fenómeno  de esta flor, la palabra no tiene nada que ver con la realidad a la que representa, ni tiene forma de rosa, ni huele como una rosa, ni tiene su color, ni su diseño genético, ni su función, porque las palabras son representaciones simbólicas, abstractas. 
Y aquí viene lo bueno, nuestra especie es sorprendente, única, es capaz de convertir palabras en imágenes y relacionarlas, y es más, lo hacemos continuamente. Jugamos continuamente con las palabras, aparte de homo sapiens somos homo ludens (hombre que juega), aprendemos y desplegamos nuestro ser con el lenguaje. Y aquí está la magia, las palabras tienen vida, nos superan como realidad, al denominar algo estamos dominándolo, las palabras tienen poder, porque significan un abanico enorme de connotaciones en función de miles de variables: estado de ánimo, sensaciones, vivencias, edad, sexo, presión atmosférica, estrés, compañía, y nuestra capacidad de relacionar no tiene límites.
Nuestra definición de poesía, una de tantas, no la única, es una lucha de poder y convivencia con las palabras. Somos nosotros los que las colocamos en situaciones de extrañeza para exprimir otras connotaciones junto a palabras inusuales. Las flexionamos, contorsionamos hasta conseguir magia. Pero se resisten, son perezosas, se aferran a su significado cotidiano y directo, y en esa lucha podemos triunfar o perder. El placer de crear escribiendo está en someter a las palabras para que creen emoción, esa emoción que nos satisface y nos enriquece como ser humano, como raza, como especie que evoluciona y se desarrolla. Ahora mismo seguro que se están creando palabras en el mundo, en español, en inglés, en portugués o en chino, y seguro que se crean cientos de palabras nuevas todos los  días. Es tremendo, nuestra especie es especialista en crear símbolos mediante comparaciones, metáforas y abstracciones, que cualquier otra persona puede descifrar y transformar en imagenes,  que terminan en sensaciones y forman parte de nuestra memoria y de nuestra vida.
Por todo esto, el poeta no es sólo poeta cuando escribe, sino cuando lo leen, y ven imágenes y tienen sensaciones muy distintas a las del escritor. Las palabras crean sensaciones distintas y parecidas en cada mente, las palabras son magia, es magia sin trucos, es la magia del ser humano. 
En el caso que nos trae aquí, José  Manuel se ha atrevido a hacer pública su creación, sobre todo en los últimos dos años, y ha tenido éxito, premios, apuestas de editoriales por sus creaciones, presentaciones en Madrid y próximamente en la feria del libro de Badajoz. José Manuel mantiene una coherencia en su obra, un ritmo, un vocabulario y una actitud filosófica frente a la vida, nos plantea una y otra vez con su poesía el otro lado de las cosas, con unos libros de una estructura trabajada, con un sentido de unidad. Su temática bucea a menudo buscando aquello  que llene nuestros vacíos cotidianos.
Los labios quemados me sorprendieron porque sabía que me encontraría con una temática completamente distinta en su trayectoria, el erotismo explicito, pero lo que no sabía es que su lectura me iba a llevar a las mismas reflexiones poéticas de sus otros libros, a  esa búsqueda de aquello a  lo que agarrarse para no sentir vértigo. Hay tiempos mezclados, hay recuerdos que consiguen ser más intensos que la realidad en su presente, y el final abraza a este poemario dándole sentido poético y coherencia.
Desde aquí le doy la enhorabuena a mi amigo y escritor José Manuel por esta obra, y os dejo en sus manos. Espero haberos puesto con mi presentación en la situación que se merece su obra.

Miguel Ángel Navarro


La abarrotada Sala Mapfre de Badajoz vivió los apasionados versos de José Manuel

lunes, 16 de marzo de 2015

Publicación de El libro del fuego de Santiago Aguaded Landero





Santiago Aguaded Landero nació en Lepe (Huelva) en 1962. Estudió Biología en la Universidad de Sevilla. Realizó el doctorado en Biología Molecular en la Universidad Politécnica de Madrid. Ha vivido en Madrid, Sevilla y Badajoz. En la actualidad es  profesor de la Universidad de Huelva, impartiendo clases de Didáctica de las Ciencias Experimentales. 
Aparte de haber obtenido diversos galardones, tiene una amplia obra poética publicada que consta de los siguientes títulos: Diario apócrifo de un alquimista (2005), El perfume de Magdalena (2005), Teoría del Dolor (2006), Sortilegio de silencio (2009), El libro de los mendigos (2007), El libro de las defixiones (2008), El libro de los perfumes (2008), La Agencia del Miedo (2009), Salario (2009), Voz Vencida (2009), Disolución (2012), Alquimia del Agua (2012), Voces verdes de la Tartéside (2012), Colapso (2013), y Alquimia de la Tierra (2013).Ve ahora la luz su último poemario, El Libro del fuego.

lunes, 2 de marzo de 2015

Acto de presentación de Los labios quemados

Rafael González, Carmen Crespo y José Manuel Vivas


Hablar de Los labios quemados no es solo hablar de lo carnal o lo sexual, sino de algo más. Uno, cuando se adentra en el libro,  se da cuenta de que en su lectura va encontrando madejas que lo llevan o arrastran hacia otros lugares, hacia el lugar.
En una primera lectura de Los labios quemados me encontré frente a un libro pleno de carnalidad, de sexualidad, pero conforme me adentraba en él iban apareciendo pequeñas trazas, pequeñas pistas que  me decían al oído algo así como esta cosa, Carmen, va de algo más.  Al afrontar una segunda lectura, descubrí que frente a lo  carnal se imponía lo amoroso, pero no solo lo amoroso,  sino lo espiritual. ¿Cómo lo logra Jose Manuel Vivas?  Pues con una serie de juegos, de confrontación.   Hay una especie de dicotomía a lo largo de estos labios quemados entre la carne y ese algo que podríamos llamar lo impalpable.  De hecho es muy significativo que el libro, con un título tan  absolutamente lleno de carnalidad, abra con un poema titulado El amor, un poema que juega con esa dicotomía,  un poema en el que Jose Manuel Vivas nos lanza puentes para ir de un lado a otro, de la carne a ese algo impalpable o de lo impalpable a la carne. Dice Jose Manuel Vivas en este poema:
         El amor se dibuja/se trueca,/se moldea impaciente/cuando pasan las estaciones, los años…    
donde nos coloca del lado del amor, pero inmediatamente dice:
      …no alcanza los corazones/pero sí los vientres entregados,/las carnes decenarias/las pieles circulares…
y aquí nos lleva directamente a la carne.  Y así a lo largo de todo el poema, pero no solo del poema sino también del libro, repitiendo este esquema como si de un fractal se tratase.
Otra doblez muy importante también en el libro es la presencia del otro frente a la del yo poético.  Ese otro que no solo deja su impronta en la piel o en el vientre, sino también en lo que no podemos tocar, en lo invisible:  huella del amante que ya no está:
       Cuando no había nada/aún quedabas tú/quedaba ese olor punzantes/en mi piel/que no se evapora/ni disminuye/con tu ausencia.
(olor punzante que no es más que ese algo impalpable del que hablábamos antes) frente a ese yo que queda al otro lado cuando se sucede la ausencia:
    No necesito tu piedad/ni tu complacencia/ni siquiera la compasión/con el amante desposeído.
Y volvemos a cruzar puentes de nuevo,  a pasar de la carne a esa cosa que no se sabe qué.
Leer a Jose Manuel Vivas y estos labios quemados es descubrir a un poeta que se recrea en el verso limpio,  pulido, sin sobresaltos.  Es deslizarse por una poesía fugaz, ligera y a la vez desconcertante que nos muestra no solo la carne del poema sino también su pulso.
                       
Carmen Crespo

 Carmen Crespo y José Manuel Vivas en un momento de la lectura