Reseña en Minuto cero (14/12/2016)
Sobre los
lúcidos ensayos de José María Piñeiro en “Pasajes escritos”
Cada uno de estos pequeños ensayos es una ventana que se
abre y nos invita a una estancia que podremos habitar con el más plácido de
nuestros esfuerzos
José
María Piñeiro ha dado un paso que celebramos los que seguimos y admiramos su
blog Empireuma :: micropoësie. Ha seleccionado una pequeña parte de las
entradas que ha ido añadiendo durante los últimos años y nos las ha ofrecido en
forma de un libro Pasajes escritos, editado por Celesta–, por lo que ahora
tenemos la ocasión de disfrutar de esos textos, de calidad y enjundia tan
inusuales, con el recogimiento mayor que ofrece este formato.
Piñeiro
es un apasionado de los libros, un degustador de páginas inopinadas, un
buscador sin prejuicios: “Disfruto tanto de los textos que elijo leer, que las
teorías que los juzgan me suelen parecer casi siempre juicios sumarísimos con
respecto a ese prisma de sugerencias y mundos que percibo.” Es alguien que está
alerta y que gusta de explorar las zonas menos iluminadas de la cultura y
tantear las promesas de singularidad, las obras genuinas, apartadas del ruido
que alberga el acaparador tránsito de lo aceptado, la suma de confluyentes reconocimientos
e inercias. Gusta de los textos complejos, de los ensayos más
teorizantes, de los estudios más profundos, pero también de aquellos
sencillos, cuando estos se ciñen expresivamente a una vida, como la
autobiografía de Bertrand Rusell: “Un excelente ejemplo de cómo a través de una
escritura sencilla se pueden reflejar con intensidad los episodios más
interesantes de una vida.”. Y es que ama los escritos aparentemente accesorios:
los diarios, la literatura fragmentaria, las crónicas, el insólito ensayo del
novelista. Escribe, no sobre las obras consideradas mayores de cada autor, sino
sobre sus trazos más espontáneos y personales. Porque, en estos artículos, hay
una fascinación por saber cómo, cada escritor, desde su única ubicación en el
mundo, interpreta la vida, la descubre: “Todo libro es un tramo de vivencias,
de aventuras, el relato de algo.”
Pero
José María Piñeiro no siempre se encierra en su gabinete. A veces, coge el tren
o el autobús, abierto a atisbar los signos que la realidad le presente. Y los
capta con su cámara fotográfica o los transcribe en sus creaciones literarias.
La exterioridad debe ser conectada, asumida, integrada, en un universo mental
que requiere una pequeña renovación continua, un alimento que no tan solo venga
del arte más nutricional, sino también de los pequeños detalles que van
formando una red a través de las percibidas afinidades.
Aunque,
muchas veces, no es necesario salir a la calle para acceder a lo más revelador
del mundo. Piñeiro se queda en casa, junto al querido y prometedor objeto del
libro, inmerso en sus exploraciones: “Cierto es que el estudio y la reflexión
también pueden suponer un arduo viaje”, pues: “El viaje es una vivencia
sensorial que irriga mente y cuerpo. El pensamiento, un viaje extático.”
Nos habla de los “altos placeres de gabinete”, de la seducción de “la aventura
cognoscitiva.”
La
cita de Wittgenstein: “Se debe siempre estar preparado para aprender algo
totalmente nuevo”, la hace suya. Está fascinado por el pensamiento, por su
concepción en la palabra. El pensar es una fructífera variante de la vida
inmediata, supone habitar la relativa seguridad de los adentros, concitar
el fruto de los hombres que han escrito, que han pensado, para inoportuno.
En
sus aproximaciones a los libros, hay intelectualismo (en alguna ocasión, el
divagar por conceptos demasiado alejados de la raíz – visible – del hombre),
pero también emotividad. Así lo expresa en uno de los textos más entusiastas,
el dedicado a Ramón Sijé: “Cada vez que me he acercado a Sijé he experimentado
siempre la misma sensación: un gran entusiasmo velado por la melancolía.”
Piñeiro goza de esos descubrimientos, de la apasionada lectura que no está
respaldada por un veredicto unánime, sino que contradice tantos juicios o
indiferencias que displicentemente se instalan en el panorama cultural. Él sabe
encontrar: “En Sijé asistimos, efectivamente, a un jubiloso dominio de la
escritura.” Hablando de Sijé, refiere lo que el propio autor oriolano
consideraba “pasión crítica”, y añade: “Dos términos que pueden parecer
contradictorios, salvo si el talante llega a tal admiración del producto
cultural que la pasión no es un obstáculo para que la crítica se ejerza.” El
indudable poeta que hay en el autor se emociona al leerlo, al disfrutar de:
“Una prosa azuzada en su corazón por lo poético.”
Muchas
de las reseñas que hay en la segunda parte del libro, la titulada Pretextos,
están dedicadas a los diarios que va leyendo, que no suelen ser los más
conocidos, sino algunos con los que felizmente ha dado en alguna de sus
expectantes incursiones por las librerías. “El diario me acerca a esa
literalidad de la realidad que la ficción metarfosea.”, nos dice. “Todo puede
ser registrado, expresado por la escritura porque todo es literaturizable.”
Cada
uno de estos pequeños ensayos es una ventana que se abre y nos invita a una
estancia que podremos habitar con el más plácido de nuestros esfuerzos. Nos dan
la impresión de no haber dejado ningún cabo suelto, de haber conseguido una
bella confluencia de la palabra con la idea. Piñeiro consigue ir más allá de la
percepción primera, de la adhesión emocional, e indaga en los mecanismos
ocultos que erigen las superficies del arte. Describe lo teórico, su elegante
fulgor. Lo suyo, lo que persigue, es el descubrimiento. La seducción de la
exquisitez cultural, de la personalidad única, de la mirada incontaminada por
las redundancias. Escribe con claridad y ahonda con sutileza su pensamiento
muchas veces complejo. Su prosa no puede ser para muchos, sus focalizaciones
son las propias de quien lleva una vida interior desusada entre los ciudadanos
que lo envuelven, de quien está familiarizado con un género ensayístico que
tanto placer intelectual alberga.
Dice
el autor que disfruta leyendo a Ortega, a Foucault, a Barthes o Paz: “Por la
suntuosidad y nitidez con que fluyen sus exposiciones conceptuales.” Autores a
los que se les ha reprochado el exhibicionismo de su escritura y a los que él
defiende: “La exigencia de una escritura sencilla y clara es tan retórica como
la contraria”. En esta colección de ensayos y artículos encontramos aunadas y
satisfechas las dos exigencias: por una parte, la conceptual, de una forma
literaria brillante. No busca lo abstruso pero no renuncia a sus aledaños
necesarios. Son textos que alcanzan el máximo de amenidad posible con una prosa
vigorosa, segura sí misma, armónicamente desencadenante.
¿Están
algunos temas alejados de lo que verdaderamente importa en el mundo, son un
lujo? Lo que busca Piñeiro es la realidad alcanzable, la visión elaborada,
siempre impregnada del propio ser. Pasajes escritos impresiona por su fuerza
ensayística, por una prosa rica, que no se arredra ante la palabra no
oficialmente aceptada. Su impronta entusiasta nos señala nuevos puntos
rutilantes en la proyección de nuestras necesidades artísticas. Estos escritos,
así reunidos, nos muestran mejor sus virtudes, que no son inferiores a las de
cualquier ensayista que pueda ocupar la cúspide de los elegidos. Ya estoy
esperando el nuevo libro prometido: otra selección de textos de su blog, otro
caudal de lúcida literatura.
Javier Puig
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