jueves, 10 de marzo de 2016

Reseña de Leves alas al vuelo de Rafael González Serrano





La figura de Rafael González Serrano supone desde hace años un saludable ejemplo de generosa dedicación a la poesía al margen de los circuitos oficiales, como editor al frente de la editorial Celesta, como bloguero (su blog De turbio en claro está dedicado exclusivamente a la poesía) y como poeta y traductor. Leves alas al vuelo es el sexto poemario publicado por Rafael González, precisamente en la elegante editorial Celesta. Es un libro de carácter híbrido en el que conviven el poema, el aforismo y el fragmento en prosa, pero no incurre en la incoherencia o en la dispersión. Muy al contrario, es un conjunto conexo cimentado en la brevedad, el virtuosismo formal, el lenguaje plástico y la voluntad analítica. El discurso breve no naufraga en un minimalismo descarnado, ni en una sobriedad abrupta, ni es un esencialismo espurio. En este libro no hay lugar para lo superfluo, pero si para la belleza, que se presenta en fogonazos esplendentes que iluminan el mapa reflexivo. En la fugacidad se instaura la belleza, escribe el autor. A esto hay que añadir una precisión en el lenguaje que convierte en aparentemente sencillo lo más complejo.
El contenido del libro está sintetizado en la aliterada sutileza de las cuatro palabras que conforman el título: levedad formal y búsqueda, indagación y revelación a través de un vuelo metafórico que se alcanza con la precisión del esfuerzo, la fuerza de la elocución y la insobornable voz lírica.
Leves alas al vuelo se compone de cuatro epígrafes que llevan por título Breverías, Duinos, Aladas y Aporismos. Son cuatro partes aparentemente distintas, pero, como decía, conectadas por el código de extrema sencillez y exactitud y la íntima alianza entre reflexión y lirismo presente cada una de las páginas de este volumen.
En el primero encontramos un conjunto de poemitas a modo de haikus, pero como bien apunta el autor no entrarían estricto sensu en esta categoría, pues su temática es plural y no exclusivamente referida a la naturaleza. Aquí encontramos deliciosas pinceladas aforísticas que abarcan el detalle nimio y humilde que nace de un buceo en la raíz del acontecer (Cae la lluvia,/todo semeja ser gris./ Es el otoño. O La luna baña/ un cortejo de sombras;/luego se marcha), la elegía personal (Los días sufren/ de sus noches resacasde amor concluso. o Una rosa de/olvido se marchita/ en tu memoria), la peripecia reflexiva de corte pesimista (Llegar tarde a/ la cita con la muerte:/ ardid inútil. O De las armas de/ metal resta sólo su/mellado filo), la urdimbre humanizadora del amor (Nos fundimos en/ un tiempo transversal: yo,/tú, el abrazo. O La incógnita de/ tu ecuación se resuelve/ en tus caderas), el vuelo lírico que admira lo vivo (La luciérnaga/luce entre las estrellas./ Su luz contemplo. O Las flores sueñan/con mundos renacidos/ en primavera) y la pirueta paradojal (en la tormenta/ se funda la fuerza que/ trae la calma. O En un segundo/ se condensan cristales/ de eternidades).
El segundo epígrafe lleva un título que nos remite a las célebres elegías de Rilke por su carácter elegíaco. Siguiendo con la brevedad, los Duinos son poemas de dos versos isosilábicos que no entrarían en la definición típica de lo que es un pareado o un dístico y tienen mucho en común con el epígrafe anterior por el contenido aforístico, un tono pesimista y un sistema de símbolos relacionados con la soledad, la pérdida, el dolor y la consumición, pero sin llegar a la desgarradura ni al grito desesperado, pues en oposición a este panorama sombrío se alza en todo el libro un deseo ferviente de vida, y muchos de los símbolos de muerte y destrucción, como el fuego, tan basal en la obra de Rafael González, también representan la regeneración, la esperanza y la vitalidad Todo fluye en estos versos sin estridencias ni altibajos, con una delicada belleza no exenta de rotundidad y una inusual armonía.
Las aladas que conforman el tercer epígrafe, son quince composiciones de versos cortos y rítmicos que se diferencian de los textos reunidos en las demás secciones, sobre todo porque destilan una emoción menos concentrada, una mayor tensión metafórica y una expresión más sensual. El contenido resulta en ocasiones críptico No obstante son poemas de una belleza convulsa que surgen de una derrota del aliento/sobre un cristal/ de espejismos, y una epifanía/de secretos/, una celebración/ en el límite.
Por último, la sección que cierra el libro titulada aporismos, acoge textos en prosa a modo de máximas. Como indica el título, están cercanos a la paradoja, a la contradicción, a la dificultad lógica, y expresan un combate entre elementos contrarios, por ejemplo leemos en una máxima: En cualquier lucha que iniciemos, por el hecho de participar en ella, somos perdedores de antemano. Y a continuación: solo quien anhela vence aún en la derrota. En suma, hay un sustento reflexivo que no renuncia al lenguaje lírico. Aquí el discurso es tan especulativo como explícito, tan contundente y sentencioso como elíptico. Y también es más denso.
Leves alas al vuelo es un libro bello, rico, complejo y valiente. Hay en sus páginas un conflicto continuo entre el chispazo azaroso o intuitivo y la reflexión sobre el deseo, la identidad, la incertidumbre, el temor, el amor con sus maravillas y desastres, el paso del tiempo, en suma, la vida y la muerte; pero el autor no se erige en portavoz del dolor y la desolación y solo traza con nitidez una forma de entender el mundo cercana al estoicismo desde formas estilizadas que no renuncian a la plenitud y el misterio (si se abre bien los ojos en la noche se nos revelará lo que mil soles no pueden mostrarnos), porque La brevedad/ intenta rescatar/ lo inevitable
José Luis Zerón Huguet

Enlace a página original: https://frutosdeltiempo.wordpress.com/2016/01/23/leves-alas-al-vuelo-de-rafael-gonzalez-serrano-por-jose-luis-zeron-huguet/

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