Reseña en empireuma (3/12/2021)
Qué
gusto da cuando te aproximas a la obra escrita de alguien que, sin ser
obligatoriamente profesional de las letras, satisface los grados de exigencia
crítica que el material expuesto en lo publicado precisaría para su correcto
disfrute. En este punto recuerdo a Octavio Paz, cuando reclamaba poetas
que no fueran filólogos.
Javier
Puig es escritor o aspira notablemente a serlo, pero antes ha pertenecido
a una comunidad potencial más difusa y extendida: la de los
lectores. Se dice que antes de ser escritor hay que ser un buen lector. Javier
Puig leía antes de escribir y seguirá leyendo, probablemente, cuando decida
dejar la escritura. La lectura se revela como el mejor
adiestramiento del intelecto. Quien lee con voluntad, incluso con pasión, acaba
interpretando brillantemente: la afición a la lectura interioriza contenidos,
dinamiza y contrasta la información recogida y, sobre todo, supone el esfuerzo
de instalarse en aventuras y desenlaces ajenos, lo cual confirma a su vez, la
gran plasticidad asimilativa del lector.
Como
ya sabemos gracias a las inquietudes semióticas, leer no consiste sólo en
asimilar texto escrito: se lee la arquitectura, la música, la historia... Es
por ello que un lector aplicado como Puig “lea”, interprete películas o
biografías como vasos comunicantes de una misma y fascinadora intelección.
Efectivamente.
En La vida es lo difícil, conversión en epígrafe del famoso verso
cernudiano, Javier Puig nos propone una serie de retratos y biografías
fulminantes de personajes relevantes en los más distintos ámbitos de la
ciencia, el arte o la literatura. Por el libro desfilan tanto cantantes o
poetas como novelistas o actores: Nina Simone, Kafka, Tarkovsky, Luis
Cernuda, Marylyn Monroe, Gandhi, o Miguel Hernández son unos pocos ejemplos de
este suculento abanico de personalidades que tanto por sus biografías como por
las versiones críticas que de ellos mismos nos da el interés que suscitan,
ocupan un puesto singular en la historia moderna, mayormente, contemporánea.
Puig
no nos presenta a los distintos personajes sumidos en una lista monocorde, sino
que discrimina según las circunstancias vividas así como por las peculiaridades
psicológicas o intelectuales. De este modo hay personajes extremos, como Alejandra
Pizarnik o Pavese; heroínas como Mercedes Núñez Targa;
hombres de espíritu como Ernesto Cardenal o Schopenhauer; o
bien, personalidades que vivieron su época y la encarnaron como Pío Baroja o D´Annunzio.
Javier
Puig consigue mantener el interés de la lectura en todos y cada uno de los
retratados aquí, porque, por un lado, son ya objetivamente interesantes en sí
mismos, y por otro, porque la escritura de Puig los atiende con la misma pasión
lectora y nivel crítico. La calidad del retrato de Puig consiste en que no
provoca especulación tendenciosa sobre las particularidades del
hombre o de la mujer cuyo itinerario existencial intenta describir: la
información que maneja la extrae de las mejores y últimas biografías que han
aparecido sobre los aludidos en cuestión, exponiendo un balance crítico y
mesurado de sus vidas.
Es
previsible que alguno de los seleccionados en esta antología vital, susciten
más o menos recelo, incluso rechazo o ciega admiración. Si las semblanzas de
Puig sortean estos inconvenientes es por su cautela ante los personajes más
cautivadores así como por la capacidad de síntesis y contraste que su escritura
administra ante realidades tan admirables como únicas.
El
título del volumen es explícito y refiere una razón contundente: lo difícil, lo
fascinante, el mayor film imaginable es la vida, y esto resulta más notable,
todavía, cuando esa vida se vive con intensidad, con perplejidad, con pasión.
Echando
un vistazo al libro de Puig, uno recibe un impacto que se merece un comentario
general aparte, y que reclamaría una suerte de exégesis de lo que han
significado tantas existencias insólitas articulando eso que llamamos
modernidad.
Podían
haber sido otros los seleccionados por Puig en su recorrido, pero no hay
menoscabo alguno en ello, pues cualquiera de los retratados que nos encontramos
aquí confirmaría por sus propias vicisitudes, el compromiso, la aventura
fulgurante que es el vivir.
José María Piñeiro